Madeleine, XI

Esta entrega va para F. espero que le guste...

Entregas anteriores:
IIIIIIIVVVIVIIVIII, IX
X
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Verá, Esteban, Madeleine dice que no se sienta mal, que no pasa nada, que no esté triste. Que ella comprende más español que usted francés (toma ya intuición. Para eso no hacía falta ser mujer, digo yo), y que le hable, que le hable mucho, porque sabe, porque cree, porque intuye (toma ya intuición) que está triste, que algo le ocurre, que está solo. Que ha entendido que su mujer falleció y la echa de menos y que sabe qué es la soledad. Que le cuente, que le diga cómo se siente, que no desaproveche esta oportunidad. Que usted le gusta (toma ya), que le gusta mucho (toma y toma) y que quiere conocerle mejor. Que si tiene que ponerse a estudiar español otra vez, que se pone, que ya lo hizo una vez y puede hacerlo de nuevo. Me ha dicho que quiere seguir en contacto cuando se marche, y que se marcha, mañana... ( ¿Mañana? No, mañana, no), pero que eso no significa nada. Porque igual que se han encontrado (toma) pueden volver a coincidir (toma. Sólo a una mujer se le ocurriría definir el accidente de la mañana como coincidir). Ah, y me ha comentado que está divorciada y que tiene un hijo de 25 años que ya no vive con ella. Bien... (pero, ¿había algo más?) les dejo. Les voy a traer más café y una tetera extra, además de dos porciones de tarta de manzana. Cortesía de la casa. Aquí pueden conversar tranquilos... (Vaya sonrisa la de esta muchacha. No, si ya veo que no podré volver nunca más).

Los minutos que transcurrieron se llenaron de las idas y venidas de la camarera con los platillos, los pequeños tenedores, más servilletas, una jarrita con leche, una tetera preciosa (¿por qué las mujeres ponen tanta importancia en estos detalles? Aunque creaba un clima... especial, eso no lo niego), un jarrón con una especie de girasol seco (esto no me gustó demasiado), y dos trozos más que generosos de una tarta brillante.

Entre tanto, nuevos rostros ocupaban el panorama, pero para mí no eran más que manchas borrosas. No sabía qué decir, ni de qué hablar. De pronto, constatar que Madeleine entendía más de lo que parecía se me hacía cuesta arriba. No sabía si estaba preparado para alcanzar tal grado de intimidad, hubiese resultado más fácil abrazarnos, incluso besarnos (aunque ese no fuera ni el momento ni el lugar), pero esa petición de confidencias. Ay. Esa petición de confidencias y esa declaración, usted le gusta, le gusta mucho... me descolocaron. Uno, que no es un genio en esto de pillar indirectas, tenía la sospecha, claro, pero que te lo digan, así, tan directo... Claro que se iba mañana. Y el mañana estaba muy cerca, tan cerca, que casi podía tocarse con las puntas de los dedos. Maldita suerte la mía. De todas las mujeres que conducen coches por esas carreteras me había tenido que tocar la francesa que se iba al día siguiente. Tomé la taza de café y le añadí azúcar, y más leche.

-¿Estaban? Habla, di. Di. 

Había puesto su mano sobre la mía, la mano con ese anillo que me hubiese gustado quitar para besar la piel escondida. Su mano era como un pajarillo palpitante, cálida y suave, con tacto de plumón. Ya les dije que su risa era de campana en mitad del campo, inquietante y seductora. Pues su voz era como el hogar, segura y tibia. Fue entonces cuando nos miramos y ya sé que es un tópico hablar de abismos, y de vértigos. Un tópico y un sinsentido. Pero fue así, tan tópico como les está pareciendo. Con su voz y sus ojos, y asido de su mano, le hablé. Y ya no importó que me entendiese.



Sólo necesito que me digas que lo que siento no es locura, que tú lo sientes cuando me miras... Javier Limón.

Comentarios

Flory ha dicho que…
Sigo a Madeleine desde el principio; he retomado su lectura sin necesidad de volver a leer las entregas anteriores al "descanso" que la historia se ha tomado:), y la dos partes que trancurren en el Mandala, me han entusiasmado hasta el punto de romper mi silencio y escribir este comentario. María Antonia, ya no me importa el final... ahora solo me importa seguir leyendo una historia que me está llegando a donde llegan las buenas historias, a las entrañas. Un beso malva
María Antonia Moreno ha dicho que…
Qué bonito esto que me dices, Flory. Por un lado, es un reto aún mayor y por otro, es un alegría porque he conseguido que te olvides del final (de si es feliz o no... pero, qué es un final feliz?)

Besos de todos los colores ;)