Lorenzo Silva

Por circunstancias del laburo (que diría un bonaerense), llevo casi medio año acompañada de Niños feroces. Una novela de aprendizaje, que habla sobre cómo escribir una novela y, también y sobre todo, una novela que indaga en el ser humano, ése, que conoce el horror y lo inflinge y ése otro, tierno, pleno de ilusión e inocencia, que aún no ha dejado de ser niño. Y de cómo los hombres orquestan guerras a las que envían a los niños. A los niños que se convierten en feroces. Complicado describir este último libro de Silva. Complicado, a pesar de haberlo leído tres veces, de haberlo desmenuzado de a poco, de haber releído párrafos, fragmentos, palabras, de haber anotado frases certeras que caen sobre el lector con puntualidad de bombardeo soviético que diría el escritor.
Y este fin de semana, me llevo otro libro de Lorenzo a casa: Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia. Y me sorprendo. Me sorprende este nuevo encuentro, entre Laura y Andrzej. Un encuentro en el que el chico polaco (rubio, flacucho, pálido y caballero) le cuenta una historia (una cualquiera no, su historia) a Laura, la chica de Getafe. Y Getafe, y El Cerro de los Ángeles y esa atalaya desde la que contemplar una ciudad, Madrid, una ciudad quimérica, accesible e inhumana a partes iguales. Me gusta Madrid, dice Andrzej. Y Laura, de dieciséis, a la que le gusta leer, y escribir, y habla y nos cuenta cosas extraordinarias, tan hermosas como ésta: 
(...) quienes viven las cosas extraordinarias las viven y ya está, para ellos son simplemente así, como las han vivido, porque las han visto y eran esto y no eran aquello y ya de ninguna manera van a ser distintas, pero yo, cuando me las cuentan y luego las escribo, puedo inventarlas indefinidamente, cerrar los ojos y verlas una vez de una manera y otra vez de otra. (...) en realidad vosotros y yo, que podemos verlas de más de una manera, tenemos más suerte que quienes vivieron las cosas extraordinarias, porque ellos no pueden cerrar los ojos y que cada vez salga algo diferente. Por eso, y aunque parezca extraño, las cosas extraordinarias son más vuestras y mías que de nadie.
Laura, de dieciséis, que cuando está triste escucha el Concierto para violín y orquesta de Chaikovski, y al violinista polaco (¿será una señal?) Henryk Szeryng.


No puedo evitar acordarme del Lázaro aprendiz y del Lázaro escritor. De cómo uno le regala una historia al otro, para que la cuente. Y nos la cuenta. A nosotros. Y de Varsovia. Una Varsovia diferente, pero tan frágil, tan valiente. Tan expuesta. De Riga y del amor de Jorge, de Lázaro, de Laura (aunque Andrzej no la pisa, ni la ve... es de noche en el Cormorán). Qué novela hermosa, ésta... Qué novela, aquélla. Inolvidables, las dos. La música las recorre, a ambas. Y me he enamorado del personaje de Laura. Cuando dice, Quizá algún día alguien pueda llevarme a Varsovia, no puedo evitarlo. Ojalá también a mí. Algún día. Y caigo en la cuenta. Ya lo ha hecho.
Y sí. The show must go on.

Comentarios

Jésvel ha dicho que…
Como "ya estoy un poco mayor" :D me quedé en el Manuscrito de Nieve y "me he perdido" Niños Feroces. Por lo que dices, habrá que remediarlo...

Eso sí, para cuando termine con Dantés...
María Antonia Moreno ha dicho que…
Te recomiendo que esperes... Algo me dice ;-) que en el taller lo leerás... Pero puedes empezar con cualquiera de sus otros libros. Es un escritor de sobresaliente, una debilidad que tengo como lectora... y en esto de las debilidades de lectora, ya sabes, que no hay término medio y que no soy objetiva. Me parece un autor impresionante.

Saludos y suerte con el conde...