Otoño inadvertido

Niños feroces (Destino), Lorenzo Silva
Releo Niños feroces de Lorenzo Silva, y pienso en los encuentros inadvertidos e inesperados. La última novela de Silva no va de eso, claro. Es mucho más compleja y mucho más caleidoscópica, una obra en torno a la conciencia, a las circunstancias, al mundo en guerra y al mundo en retaguardia. Una novela que trata de cómo los hombres envían a los niños (no eres hombre a no ser que hayas provocado horror a sabiendas, se dice en sus páginas) a luchar en las guerras que ellos decidieron. De cómo la realidad no es monocroma, aunque sí puede ser gris,  tirando a negra. Del horror que conocemos, del horror que infligimos, del horror que intuimos. De cómo hay que escribir una historia. Entre otras cosas. No va de encuentros inesperados e inadvertidos, no, (o sí, en cierto modo) pero resulta que las historias no se le ocurren a uno, se encuentran y un joven Lázaro se encontró con una en un parque de Madrid. Una historia que, veinte años después, regala a otro joven que (como pasa en las novelas y en la vida) se llama como él, Lázaro.
Así son las historias y los parques. Uno se interna en el parque que tiene más a mano, confiado en la rutina del día, y de pronto y sorpresivamente una historia se le sienta en el banco en el que reposa de la caminata, o en el que intenta leer el diario ahora que el viento parece que se calmó. Los parques y las historias. Un hombre que pasea con dos niños vestidos del color de las naranjas y de un tímido amanecer (así, sin solución de continuidad) mientras intenta que la mascota de la familia no exceda los límites del césped. Una mujer que camina apresurada, el pelo ensortijado como el de Julia Roberts en sus mejores tiempos. Un joven que pasea, silencioso, las manos en los bolsillos, cabizbajo. Las historias se encuentran, no se le ocurren a uno. Pienso hoy en eso, y pienso también en este otoño que ha llegado de manera inadvertida (aunque lo anunciasen en el informativo de las tres). Cuántas historias traerá. Esas que se esconden en los ojos de la gente con la que me cruzo. Una pareja que se besa, dos mujeres que se abrazan, un niño que corre tras una paloma y un parque. Me he encontrado con el otoño y huele a historia, eso es verdad. Ahora, sólo es cuestión de dejar que me encuentre.

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