La mujer del poeta


Monumento a Pepe Ledesma, de Fernando Mayoral. Imagen tomada de Wikipedia.
El poeta está sentado en una pequeña plazoleta. Las palomas se posan sobre él, como el tiempo y la hojarasca. El poeta habita la ciudad que tanto amó, aunque ya no la pasee ni la escriba. Está tan elegante, erguido como su voz de poeta. A veces, entre las piernas y el banco donde reposa, se quedan enganchados los inconvenientes de la vida: ramas secas, bolsas de plástico infames, envoltorios y tiques del supermercado. Su presencia, su palabra, se han fundido con la ciudad y allí está, soportando ventiscas, lluvias impertinentes, brumas, nevadas, soles ardientes y lunas que menguan. El poeta tiene una mujer que lo recuerda.
La mujer luce el pelo blanco y una mirada llena de recuerdos. Le gusta cuidar de la memoria del poeta y de la del hombre. Hay días que se sienta y lo mira. Hay días que limpia la suciedad que se arremolina en torno a él. Le gusta contemplarlo elegante, pulcro, atenta a los detalles. Entonces, tapa con sus manos las de él, que no son exactamente como eran. Lo mira y se sienta junto a él.  Es su mujer. La mujer del poeta.


Comentarios

Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Qué historia tan bella, mª antonia. Qué gran suerte la del poeta. Besos.
Xibe ha dicho que…
Por historias como ésta cobran sentido los monumentos.
Precioso. Cargado de sensibilidad.
Un abrazo, Mª. Antonia
María Antonia Moreno ha dicho que…
Muchísimas gracias, amigos. Abrazos.