Los gritos de los vecinos en la madrugada. Los chorros de fuego, la lava del color de las naranjas y las bombas, negras y verdes, destruyendo, rompiendo, quemando. El llanto de los niños y de los hombres.
De pronto, una planta se pavonea entre las piedras. En cualquier sitio palpita la vida, indomable.El trayecto en autobús dura una hora. En la Meseta de Hilario (el ermitaño feliz y loco, quizá por eso feliz) está el campamento base del hombre moderno: comida en el restaurante y cosas para comprar en la tienda. Hay imágenes extrañas atrapadas en postales y marcapáginas. También unos monigotes erectos que enarbolan un tridente en actitud desafiante; los diablillos de Timanfaya.Afuera, un hombre hace la demostración, abajo hay ardor, no cabe duda. Otro pone unas piedrecillas rojo fuego en las manos… Las palmas adquieren un tono rojizo y los ojos un matiz acuoso.
Los volcanes brillan con extraños destellos. No están muertos, sólo dormidos. En una ladera, los camellos reposan mientras rumian malos pensamientos. Los camelleros aguantan estoicamente el calor y los caprichos de los turistas mientras meditan, fuman y cuentan las horas para volver a casa.
Timanfaya es parte de un lugar que perdió la Luna. Ella, ufana e inocente como una jovencita, no se ha dado cuenta de que una noche y a resultas de una brutal sacudida, se cayeron de su cara oculta volcanes furiosos, silenciosos valles y una calma tensa, expectante. Fueron a aterrizar en medio del océano, cerca de África. Ese fue el origen de Lanzarote.
De pronto, una planta se pavonea entre las piedras. En cualquier sitio palpita la vida, indomable.El trayecto en autobús dura una hora. En la Meseta de Hilario (el ermitaño feliz y loco, quizá por eso feliz) está el campamento base del hombre moderno: comida en el restaurante y cosas para comprar en la tienda. Hay imágenes extrañas atrapadas en postales y marcapáginas. También unos monigotes erectos que enarbolan un tridente en actitud desafiante; los diablillos de Timanfaya.Afuera, un hombre hace la demostración, abajo hay ardor, no cabe duda. Otro pone unas piedrecillas rojo fuego en las manos… Las palmas adquieren un tono rojizo y los ojos un matiz acuoso.
Los volcanes brillan con extraños destellos. No están muertos, sólo dormidos. En una ladera, los camellos reposan mientras rumian malos pensamientos. Los camelleros aguantan estoicamente el calor y los caprichos de los turistas mientras meditan, fuman y cuentan las horas para volver a casa.
Timanfaya es parte de un lugar que perdió la Luna. Ella, ufana e inocente como una jovencita, no se ha dado cuenta de que una noche y a resultas de una brutal sacudida, se cayeron de su cara oculta volcanes furiosos, silenciosos valles y una calma tensa, expectante. Fueron a aterrizar en medio del océano, cerca de África. Ese fue el origen de Lanzarote.
Fotos de María Antonia Moreno (no es muy buena la calidad, están hechas desde el interior de un autobús...)
Comentarios
Te confío el secreto. Quizá dentro de siglos los científicos se extrañen al encontrar restos volcánicos en el corazón azul y gélido de una lengua de hielo. Nosotras sabremos.
Abrazos y gracias por tu diario viajero