¿Me llevas?, 17 y Fin

Aguas esmeralda en Lagos.

La historia viene de
aquí

Me equivoqué, claro. No sé si acostarme ya o quedarme despierto lo que queda de noche, total, para dar vueltas en la cama, pensando en unas cosas y otras… Quizás tuve una suerte inmejorable. Pude tener más suerte o peor. Pero tuve la que tuve y la conocí. Quizás sólo he estado enamorado de verdad una vez, después de todo.

No me llamó, ni me escribió, no esperé jamás que lo hiciera aún cuando su foto me miraba desde la taquilla. Nunca pude olvidarla. He tenido temporadas en las que parecía que su recuerdo ya no estaba, que había pasado todo al fin. Y, de pronto, veía algo, escuchaba algo, comía un melocotón maduro y volvía Lola. Me preguntaba qué habría sido de ella. Y repasaba una y otra vez todo lo que me dijo, todo lo que ocurrió, mientras recorría el óvalo de su rostro en una fotografía ajada que ahora, he arreglado en el laboratorio y está como si no hubiera pasado ni un día desde que me la dio.

Sin embargo, han pasado veintidós años. Yo ya no tengo veinte, ni ella cuarenta. No la volví a ver hasta ayer, cuando estaba tomando un café con una chiquilla de veintiuno que tomaba un refresco de cola con una rodaja de limón. Entonces ella me dijo, mira, si esa es mi madre. Y Lola se sentó con nosotros en la terraza, en mi barrio de Lavapiés y yo pensé, Eutimio, cuánta razón tenías. Va a ser que sí, que, después de todo, dejé más de un cadáver en la cuneta.

A veces hay barcos que nunca se encuentran...

Fotos de Mª. Antonia Moreno.

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