¿Me llevas?, 7

La historia viene de aquí

Eutimio no sólo me llevó en su camión hasta el Algarve portugués, no sólo me llevó a un bar en el que nos zampamos (literal) una fuente de barro repleta de Bacalao a la portuguesa, una botella de vino blanco y, de postre, helado de vainilla y un café solo (no hace falta especificar quién tomó qué); sino que también me llevó a una pensión con ínfulas de hostal, Casa Pereira, próxima a la muralla. A mí no me hubiese importado quedarme en el camping, cerca de la playa (llevaba un saco de dormir en el petate, que no había utilizado aún. Demasiado calor y demasiada osadía, tal vez), pero Eutimio me dijo que ni hablar de eso, no querrás quedarte ahí cuando lo veas, mozo. Tierra roja, seca, dura y polvorienta, una mujer desvencijada que hace los baños una vez al día, superpoblación de hippies bebidos y niñas pijas borrachas, patéticos eucaliptos sin corteza y, sobrevolando el escenario, las gaviotas chillando mucho y alto, a todas horas. Te quedas aquí, que conozco a la patrona. Es buena gente, no te cobrará nada, nos debemos algunos favores, ya me entiendes. Y, sin esperar a que entendiese o disintiese, me estrechó la mano y me deseó buena suerte. Buena suerte. Aprovecha el tiempo y no lo desperdicies pensando, que tienes cara de hacer poco y pensar mucho y no tienes edad. Ya sabes, una muchacha y unas risas. Hasta otra, zagal.

Esa fue la última vez que le vi, caminando con seguridad en el paseo marítimo del puerto, mientras el puente se partía en dos para dejar paso a un velero esbelto.

El puente que se rompe en Lagos. Foto de Mª. Antonia Moreno

El tal Eutimio fue un destello límpido que apareció en mi vida, y si creyese en los ángeles de la guardia, le nombraría a él arcángel. Quizás vio algo en mí que le recordó a él, o quizás fue la nostalgia de un tiempo que se le había ido. Tal vez sólo le di lástima. O le hice gracia. Quizás es que Eutimio era un romántico. Un romántico aprendiz de filósofo.

Casa Pereira estaba lo suficientemente limpia para un soldado de reemplazo. La patrona era una cuarentona de formas redondas y ojos vivaces que me acompañó a una habitación minúscula en el segundo piso; en ella habitaban unos pocos muebles: una cama vestida con una colcha en tonos aguamarina (recuerdo ahora, entonces ni me fijé), un armario de luna, una silla coja y una mesilla que hacía las veces de mesa según fuera menester. Lo mejor era la ventana, que daba al patio. Había una buganvilla rosa que se desparramaba insolente por la tapia y las mariposas acudían en bandada a posarse sobre las macetas repletas de flores que alzaban, majestuosos, las banquetas y los soportes de hierro forjado en negro. El patio enmarcaba un trozo azul de cielo como un cuadro, que a veces manchaba una nube y otras enmarañaba un bando de aves marinas. Estaba tan cerca del mar que olía la sal, y sólo me faltaban unos cuantos ingredientes para completar la colonia del anuncio.

Buganvilla en una tapia cualquiera. Foto de Mª. Antonia Moreno.

Es curioso cómo recuerdo la habitación de aquella pensión portuguesa y a la patrona, con una bata floreada y chinelas rosas, el pelo recogido en un moño y una sonrisa guasona. Olá, olá, bem-vindo a Casa Pereira, o meu amigo. Entonces me hice a la idea de que ella había sido (si no lo era todavía) la amante de mi filántropo camionero. Me la imaginé joven, alegre y vivaracha, de formas rotundas y movimientos suaves. Hoy ya no estoy seguro de aquello, tal vez todo se debía a algo más mercantil, simplemente, un negocio más de Eutimio. Pero ella tenía unos ojos que brillaban aún y un pelo sedoso y negro como noche sin estrellas.


Aquella tarde fui a pasear a la playa. Burla, burlando, pensé. Ya he gastado dos días del permiso. Más me vale que aproveche bien lo que me queda.

Una playa del Algarve. Foto de Mª. Antonia Moreno



Comentarios

alicia ha dicho que…
Sigo el rastro del muchacho en ese viaje iniciático. La música de Manolo, certera, como siempre...
Besos junto al mar
María Antonia Moreno ha dicho que…
Pues qué bien, alicia... Sí, raras veces Manolo falla, eh? Por no decir, nunca...
Besos de buganvilla
Xibeliuss ha dicho que…
Es curioso: antes de llegar al párrafo donde lo especificas ya estaba pensando en Eutimio como ángel.
La pena es que el protagonista, como suele pasar, no se dio cuenta en el momento.
Un abrazo, Mª Antonia.
Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Qué bello se ve el Portugal que nos muestras. Un besazo enorme.
María Antonia Moreno ha dicho que…
Lo cierto es que al personaje de Eutimio le tengo ley. Se nota, ¿verdad? ;-)
Abrazos, Xibeliuss
María Antonia Moreno ha dicho que…
También se me nota que me gusta Portugal, verdad, Isabel? ;-)
Besos, amiga