Sería una coincidencia. Tal vez se fueron a vivir a otro sitio. Quizás la novia descubrió las inclinaciones de su novio y decidiera poner distancia… pero también estaba lo otro. Manuela quiso trabajar con Jaime en el hostal, y a él le pareció buena idea. Se levantaban juntos, desayunaban juntos, caminaban juntos hasta el trabajo. Una vez allí, se hizo cargo de la recepción y empezó a tramar amistad con Marisa, la chica que limpiaba las habitaciones. Pero Marisa decidió irse. Y llegó Juana. A Manuela, Juana no le caía ni bien ni mal, pero estaba bien para fumar un cigarrillo o tomar un café alguna tarde. Pero Juana se fue. Luego, fue Eva. Y duró menos que el telediario. Y con los clientes… con los clientes a Manuela no se le estaba permitido conversar más allá de un buenas tardes, esta es su llave, qué necesita, en el pueblo no deje de visitar… es malo para el negocio, Manuela. Nos quita respetabilidad. Y pronto Manuela comenzó a aburrirse de llevar en el hostal la misma vida que en casa (Jaime, Jaime y más Jaime…).
Ahora no trabaja, se levanta a las 11, da un paseo por la playa y piensa en el día que se marchará. Algunas veces una mano le oprime el corazón, pero quizás Jaime no la eche tanto de menos, quizás no la quiera con tanto desespero. Y, al fin y a la postre, se le pasará. Los años quedarán entonces como un recuerdo suave.
Jaime piensa en Manuela. En la suerte de que ella siga junto a él. En lo que le ha costado que las cosas sigan ese orden, que no se rompa la cadencia, que ella le espere, que no se marche. Que no tenga amigas, ni otros hombres merodeando a su alrededor. Y en lo difícil que le ha sido despedir a Marisa, a Juana y a Eva. Pagar aquí y allá. Contratar a un sicario para una paliza. Y luego, convencerle para que hiciera desaparecer el cuerpo en la cueva de la cala.
Ahora no trabaja, se levanta a las 11, da un paseo por la playa y piensa en el día que se marchará. Algunas veces una mano le oprime el corazón, pero quizás Jaime no la eche tanto de menos, quizás no la quiera con tanto desespero. Y, al fin y a la postre, se le pasará. Los años quedarán entonces como un recuerdo suave.
Jaime piensa en Manuela. En la suerte de que ella siga junto a él. En lo que le ha costado que las cosas sigan ese orden, que no se rompa la cadencia, que ella le espere, que no se marche. Que no tenga amigas, ni otros hombres merodeando a su alrededor. Y en lo difícil que le ha sido despedir a Marisa, a Juana y a Eva. Pagar aquí y allá. Contratar a un sicario para una paliza. Y luego, convencerle para que hiciera desaparecer el cuerpo en la cueva de la cala.
Jaime piensa en Manuela y en la terrible suerte. No quiere ni pensar qué ocurriría si ella se fuese.
Comentarios
Uf, que sabor de boca más extraño.
Era mi intención crear este contraste tan brusco, que incomoda y asusta...
Podemos ser optimistas. Quizás Manuela consigue encontrar un resquicio y huir. Lo cierto es que a partir de aquí todo puede pasar... no hay nada concluyente. Ni en mi imaginación he pensado en qué ocurrirá con estos personajes.
Un abrazo.
Un beso
Es magnífico, María Antonia, salpicado de cargas de profundidad (“es en la adolescencia cuando mueres por tus amigos y crees que ellos morirían por ti, que jamás te fallarán, que no te traicionarán, que no te venderán”... “las oportunidades son escurridizas y viscosas”)
La riqueza plástica y argumental de tu literatura crece por momentos.
Un abrazo
Un abrazo
Lo que escribís tiene completud. Tu imaginario está lleno de juguetes y colores. Y encima los prestás. Me parece vulgar decirte esto, siento así, tenía hambre de historias bien escritas.
No sé quien sos y no me importa.
Me quedo con tus cuentos.
Si querés bichar los míos, están en : http://culoentierra.blogspot.com