Cuestión de piel

En diciembre, me sorprendió la noticia de las fiestas sin aditivos que se marca el nieto de Robert Graves en Deià (Mallorca). Me imaginé a mí misma, una mañana de sábado, desorientada, viajando por esas carreteras de dios, y de pronto, entre ciruelos y naranjos que ya darán su frutos, entre calles estrechas y casas de piedra, ahí, me topo con el centro cultural, con el DJ Nin Petit y Wake Up Dance, la rave sin alcohol y con toda la marcha que da ver a madres, padres, niños, adolescentes, abuelos, bailoteando sin control, ni vergüenza. Que es como hay que bailar. Y Nin Petit, el DJ que vivió noches sin control, el nieto de Graves, pincha y, cuando acaba la sesión, termina de cocinar la comida que ha llevado preparada. Y comen. Y celebran la vida. Y dos meses después, vuelvo a leer otro artículo que se titula En casa, como en ningún sitio, en el que me entero de que no sólo hay chefs que van a tu casa y te cocinan a ti, a tus amigos, a quien tú quieras. No. También hay pintores que te dibujan al natural en tu domicilio, tatuadores y músicos que tocan mientras tú los escuchas, muy cerca y muy cómodo, en el sofá de tu salón.

Ronaldo Menéndez, el autor del texto, lo termina así: No se trata de improvisados ni de vendedores grises, sino de profesionales que hacen un trabajo exclusivo y alegre. (...) lo que más llama la atención es este nuevo concepto de humanización de la venta de un producto. Contundente alternativa frente a las leyes de la oferta y la demanda que Internet tiende a despersonalizar aún más. En el caso de este tupperware posmoderno, la Red sigue siendo el canal fundamental para promocionarse, pero le dan la vuelta: el cliente no solo verá el rostro de quien vende el producto, con una biografía real y verificable, sino que el propio vendedor de algún modo es el producto. Lo que nos seduce es la garantía de vivir una experiencia. 
Me resisto a creer que se trata de una moda pasajera. Todo el mundo sabe que la materia no se crea ni se destruye, de ahí su dureza, pero cada época genera sus modalidades de la esperanza para transformar la materia hostil. Y el antídoto suele ser una dosis controlada: ante la cosificación masificada del consumo, se instaura el individuo como argumento de venta.

Cuestión de piel, necesidad de mirarnos, de estar cerca, de sentirnos próximos. De bailar. De abrazar. De compartir. 
Bailoteemos un poco, con uno de los temas que cita Alberto Fraile, el autor de Fiestas sin aditivos, y que Nin Petit pincha alguna mañana de sábado en Deiá, el municipio mallorquín al que fue a parar el autor de Yo, Claudio. Su abuelo, el gran Robert Graves. Su nieto, el gran DJ Nin Petit. 



En Deiá estuve hace tiempo, pero en verano, y escribí aquí, esto

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