Ver, oír y ¿hablar?


Este simio no es de los que cierran los ojos a la realidad (y no es que no tenga motivos, con la que está cayendo), ni de los que se tapan las orejas con objeto de aislarse de tanto y tan banal ruido, ni de los que mantienen la boca cerrada. Al contrario, mantiene todo bien dispuesto para no perderse ni un matiz de lo que ocurre. Rodeado de vías de caminantes, ciclistas y carreteras, quién sabe cuántas conversaciones, cuántas declaraciones de amor, cuántos chistes malos, cuántas traiciones, cuántos versos, cuántas canciones cantadas a media voz o a pleno pulmón, cuántas sonrisas, cuántos llantos... habrá sorprendido. Quizá por eso tiene la mirada compasiva. Se ve que no pierde detalle. 

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