Trilogías y novela negra

En las últimas vacaciones he leído mucha novela negra (o bermellón, por la cantidad de efluvios de todo tipo que las recorre). Las tres primeras obras son las escritas por Vicente Garrido y Nieves Abarca (no son trilogía, sino serie; la cuarta entrega se publicará en febrero; Los muertos viajan deprisa.); Crímenes exquisitos, Martyrium y El hombre de la máscara de espejos. Los protagonistas, Javier Sanjuan y Valentina Negro se me antojan los álter ego (se me antojan, no significa que lo sean) de los autores. Vicente Garrido es profesor de Criminología, perfilador criminal, y conoció a Nieves Abarca en sus clases; de ella dice Garrido que escribía los perfiles de los asesinos con mucho humor. Javier Sanjuan es profesor e investigador, criminólogo que colabora con la policía y Valentina Negro es inspectora de policía. Ambos (los protas) son guapos e interesantes (Valentina es espectacular, lo dejan bien claro las descripciones que de ella realizan los autores), tienen muy mala suerte, pero mucha, y se llevan unos diez años. Los dos, a la par que se ven implicados en asesinatos y persecuciones horrorosas, viven uno de esos amores atormentados con muchas dosis de pasión. Mucha. El cóctel Abarca/Garrido está compuesto por crímenes terribles, puestos en escena con veleidades cinematográficas y la exploración del sexo en todas sus prácticas (maso, sado, intercambio, etc.), explotación (prostitución y trata de mujeres) y sus perversiones (snuff y similar). Es un potente cóctel que los dos criminólogos, expertos en perfiles y comportamientos criminales manejan con precisión y soltura. 

La siguiente trilogía es la escrita por Carlos Pérez Gellida. La acción arranca en Valladolid, pero Versos, canciones y trocitos de carne (Memento mori, Dies irae, Consummatum est), nos lleva por toda Europa (Bosnia, Trieste, Praga, Belgrado, Londres, Islandia...) en distintas épocas  de los siglos XX y XXI. En la trilogía de Pérez Gellida, la música cobra absoluto protagonismo. En estas novelas, hay personajes muy potentes y bien construidos: Sancho, el inspector de policía; el ambiguo Carapocha y Erika, su hija bipolar ... Es inevitable empatizar con Sancho, y sus ¡Hay que joderse! que tanto repetimos (intentamos que sea en la intimidad) los que vivimos en este mundo contradictorio. Novelas honestas para entretenerse, con una muy buena documentación detrás y si les gustan Héroes del Silencio, Vetusta Morla, Iván Ferreiro, Rammstein... (a mí, depende) a disfrutar con el disco (acabo de ver que lo ha publicado: canciones y poemas). Parece que Sancho vuelve en abril, con Sarna con gusto. Promete. 

Las flores no sangran de Alexis Ravelo ha sido también una de mis últimas lecturas (si cuando digo que lo mío es una fatal inclinación a la novela negra...). La de Ravelo nos sitúa en su particular paraíso/infierno: Gran Canaria. Esta obra gira en torno a una idea absurda (así lo proclama el resumen del argumento, y vive dios que es así), un secuestro en una isla. Los raptores son delincuentes de poca monta, especialistas en timos y estafas a los guiris que llegan de vacaciones o en desalojar los bares de máquinas tragaperras, cosas así. La víctima es la hija de un empresario corrupto que tiene a sueldo a matones y sicarios profesionales. Uno de los entornos principales es uno de esos hoteles en construcción,situados en primera línea de playa y parados por aquello de la crisis y sus consecuencias. Ahí llevan a la pipiola, una muchacha criada entre algodones y pasta (mucha pasta) que no se entera, la pobre, de lo que vale un peine (o no se quiere enterar). Con estas mimbres, Ravelo ha pergeñado una novela contundente y creíble, con unos personajes tan reales que, en cualquier momento, podemos tropezarnos con ellos por esos mundos  de dios o del diablo (por nuestra ciudad, por nuestro pueblo). Ravelo, poco a poco, sin pausa, va configurando una literatura isleña que nos acerca a los godos el modo de pensar, los giros dialécticos, la comida, el tiempo lento y caluroso, la quietud ... y los males que la aquejan ... muchos de los cuales, compartimos.

Ea. Les dejo lectura para un rato. 

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