El descubrimiento del fin de semana: Ángel Gil Cheza

Es lo que tiene darte un atracón de algo que te gusta mucho; que te empachas y necesitas una dieta detox. Mi dieta para curar los excesos de novela negra ha sido leer dos novelas de Ángel Gil Cheza: La lluvia es una canción sin letra y El hombre que arreglaba las bicicletas. Prosa llena de belleza, literatura que toca lo que nos remueve los adentros.




















La lluvia es una canción sin letra narra, en dos tiempos, el aprendizaje vital de un librero en horas bajas que se reconvierte en arqueólogo en Irlanda, y la epopeya del país verde en el siglo X: luchas, rivalidades, conquistas, seducción, instintos primarios y héroes que aman, a veces, en silencio.






El hombre que arreglaba las bicicletas tiene un inicio sorprendente: ¿cuántos se llaman como tú? ¿A quién le escribirías una carta cuando vayas a morir? Esta novela también conecta el Levante español con Irlanda y también habla de amaneceres y atardeceres hermosos, y de vaivenes del ánimo, y de zozobras del vivir.



Investigando un poco, encuentro que Gil Cheza forma un grupo con su pareja, la violonchelista Lluïsa Ross: Bonjour Potemkin y encuentro en este hecho parte de la explicación del porqué Gil Cheza escribe como escribe. 




Escribir es música, lluvia y piel. Y no detenerse. Continuar, siempre continuar. Y soñar, nunca dejar de soñar: Ángel Gil Cheza, dixit. 

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