Propósitos

Casi está acabado el 2015. Ya hemos dicho y hecho lo que teníamos que decir o hacer (o lo que nos dejaron). A vuelta de calendario aguarda, agazapado, el 2016. Con los años, uno se vuelve cauteloso. Los grandes sueños son para los jóvenes: pensar que algo grandioso va a suceder el próximo verano, que conocerás a alguien especial, que darás la vuelta al mundo empleando un poco más de 80 días. Que inventarás eso que cambiará el mundo. A medida que vas sumando años (y todo lo que acarrean) los sueños parecen encogerse, volverse menos arriesgados, menos osados, más de andar por casa. Tener un año tranquilo. Contemplar muchas puestas de sol. Que los escritores que te gustan, escriban y publiquen. Descubrir a nuevos escritores. Escribir un poco. Que los músicos que te alegran hagan más canciones, den conciertos en tu ciudad (y no solo en las grandes urbes, jamás te lo perdonaré Manolo. O sí, cuando vengas). Tener un par de momentos brillantes (una sorpresa, una sonrisa inesperada). Cocinar algo rico. Beber café caliente tras un largo paseo. Mirar por la ventana, rasgar las nubes y que aparezca el arco iris. Volver a ir al cine. Empezar a ir al teatro. Adelgazar un poco. Caminar. Montar en bici estática. Mantener conversaciones interesantes. Hablar de frivolidades. Mirar la Sierra de Francia en primavera, en otoño. Reír. 
Con los años, los sueños se adaptan a las circunstancias, los propósitos, también.


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