Bernard Minier

Acabo de descubrir a Minier y me he leído, así, a palo seco, las tres entregas que tienen como prota a Martin Servaz, el comandante Servaz. Llegué a Bernard Minier por la contemplación de la cubierta de su última novela, No apagues la luz, en la biblioteca en la que trabajo. Una chica rubia, insinuante, huyendo, vestida de rojo. 

Así que comencé a leer Bajo el hielo, fascinada, continué con El círculo y casi aterrorizada, llegué a No apagues la luz. ¿Cómo les cuento? Martin Servaz es un poli culto, que arrastra un trauma de infancia de esos que podrían haberlo llevado a internamientos en centros de menores pero que a él le supuso ser policía, abandonando así su sueño de ser escritor. Servaz tiene tendencia a la depresión, está divorciado y su vida sentimental oscila entre la inexistente y la atormentada. A sus colaboradores más cercanos, Vincent Esperándieu y Samira Cheung, pronto se les une la hermosa y homosexual Irène Ziegler. Si Servaz es un hombre que abomina de la tecnología y de los tiempos modernos (adora  la música de Mahler), Esperándieu es un geek y Samira Cheung es una mujer de aspecto peculiar (un cuerpo hermoso y un rostro raruno), mezcla de china, marroquí, francesa, ... Un espíritu libre que viste medias llenas de agujeros, cazadoras brillantes o camisetas con perturbadores mensajes. Irène Ziegler tiene su parte turbadora, también. 
Martin tiene una hija, fruto de su matrimonio con Alexandra, que se llama Margot. A lo largo de las tres entregas, la vemos evolucionar desde adolescente rebelde que se perfora diferentes partes del cuerpo con fruición, que se tiñe el pelo de color casi cada semana mientras se echa un novio cuarentón casado... hasta ir un poco más en plan burgués, estudiar y marcharse a Canadá en busca de trabajo. 

Las relaciones de Martin Servaz con las mujeres son atormentadas, ya lo he escrito. Se siente muy atraído por la mujer de su compañero y amigo Esperándieu, Charléne, una treintañera despampanante dueña de una galería de arte contemporáneo. La atracción es mutua, pero Martin se mantiene alejado, por respeto a Vincent. Sin embargo, ¡si supiera el comandante que Esperándieu está al tanto! Y que aguarda el momento, inevitable para él, en el que su mujer y su jefe se acuesten. Y es que Vincent Esperándieu es un personaje de matices; bisexual, moderno, sensible, libre, leal. Como lo es Samira, que busca relaciones con hombres casados (feos, torpes y gordos) porque son más generosos y más agradecidos, y no dan problemas. O Irène, que ama a una streeper y es correspondida, aunque la relación, como imaginan, es complicada. O Margot, que escucha a Marilin Manson y se preocupa por la soledad de su padre.

Y luego está, como aquel malo malísimo oponente de Holmes (acuérdense de Moriarty) el malo malísimo oponente de Martin Servaz: el fiscal inteligente, guapo, psicópata y asesino en serie de mujeres, Julian Hirtman. Su alter ego. En palabras de Hirtman, somos como hermanos, él ha ido hacia luz, yo, a la oscuridad. Nótese que, a estas alturas, ni he rozado las tramas argumentales. Ni pienso. Con la riqueza de estos personajes y las mimbres de unos argumentos que te mantienen en vilo hasta el final, utilizando el clásico (no por ello menos efectivo si sabe usarse) giro de tuerca, no tienen desperdicio. Hondura psicológica, y el horror, que está en todas partes. Almas sensibles, abstenerse. Adictos a la novela negra, lean sin anestesia. O mejor, con un par de dedos de güisqui. 

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