La luz que no puedes ver

Últimamente París me ronda. Desde mis lecturas, claro. No tengo apenas tiempo ni posibles para realizar tantos viajes como quisiera. Quizá, algún día. Quizá.
Primero fue el París de Momo y Marie. Y luego, el París de Marie-Laure y de su padre, el cerrajero del Museo de Historia Natural. Y ahora, releo Hombres buenos y vuelvo a París. Pero no es de París de lo que quiero escribir en este post, no. Es de la novela de Anthony Doerr, La luz que no puedes ver, que transcurre en París y, más tarde, en Saint-Malo. Pero antes, la historia se gesta en un pueblo minero alemán, en un hospicio en el que viven Werner y su hermana Jutta. Y luego, en una terrible y deshumanizada escuela donde se forjan los valores nazis, donde (a base de palizas, humillaciones, brutales pruebas y torturas psicológicas) se acuñan los hombres nuevos que se sacrificarán para mayor gloria del Reitch. 

Sí, es la Segunda Guerra Mundial. Y sí, son páginas duras, en las que se siente el frío, el hambre, la enfermedad, la culpa y el miedo. Y el amor, el cuidado, el valor, el arrojo, la amistad. Werner y Marie-Laure son dos niños, el uno huérfano, la otra ciega, que se encontrarán en Saint-Malo, en los terribles días de los bombardeos americanos. Ella, sola en la casa de su tío abuelo Etienne, escondida del sargento que ambiciona un diamante azul con unas llamas en su interior: el mítico Mar de llamas. Él, atrapado en el sótano de un hotel que fundó un pirata y, ahora, derruido hasta los cimientos por las bombas americanas, comparte con dos soldados, uno muerto y el otro, herido. Marie-Laure será la redención para Werner. Marie-Laure es la esperanza de la novela.


Hay muchas razones por las que me gusta esta historia. Las salas del Museo; los olores a hierba, a mayo y a sal; los pasos que cuenta Marie-Laure para ir de un sitio a otro; las maquetas de París y de Saint-Malo que realiza el cerrajero para su hija ciega; Madame y sus melocotones en conserva; el Claro de Luna de Debussy retransmitido por la radio... y Julio Verne en braille. De niña, yo también soñé con las novelas de Verne, pero mis favoritas eran Viaje al centro de la Tierra y El rayo verde

No quiero desvelar más sobre el argumento de esta obra ganadora del Premio Pulitzer de Ficción 2015, porque hasta los títulos de los capítulos son poesía. Una novela sensorial y hermosa, a pesar de la inevitable dureza de la guerra.





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