Calpurnia

Esta preciosa flor la tomé de aquí
Acabo de leer La evolución de Calpurnia Tate de Jacke Kelly; esa novela catalogada de juvenil que cuenta la historia de una niña de once años de 1899. Una niña que se subleva (o lo intenta) ante su destino como futura mujer (bordados, cocina, música para aderezar las fiestas, adorno, presentación en sociedad) en una América del Sur profundamente creyente y clasista. Calpurnia tiene seis hermanos, (es la única chica), y un abuelo gruñón que va a lo suyo y, al cabo, será su mejor amigo. El que le descubre los métodos de observación e investigación científica, el que le presta El origen de las especies de Darwin cuando la malvada bibliotecaria no se lo proporciona (de qué sirve una biblioteca que no te da libros, dice Calpurnia).

La narración tiene momentos muy tiernos (el descubrimiento de la planta entre abuelo y nieta, la degustación del licor de pacana, la relación entre los hermanos o cómo el abuelo se deshace de la novia del nieto mayor). También momentos divertidos (un loro temible, una actuación musical para olvidar o el tercer puesto en un concurso de puntillas con tres participantes). 

De momento, he dejado para más adelante El curioso mundo de Calpurnia Tate (demasiada Calpurnia puede traer consigo una resaca de licor de pacana) y estoy con Catálogo de los aromas del café, un novelón ambientado en la misma época (finales del siglo XIX) que transcurre en Londres y en África. Un relato de peripecias que, a ratos, peca de eso. De mucha peripecia. Sitúense. Sufragistas, esclavitud, liberalismo en el comercio, artimañas en la Bolsa, descubrimiento del sexo y el amor, tratamientos del histerismo femenino, traición y aromas dulces, amargos, acres... Tras esto, me aclararé el paladar con El secreto de la modelo extraviada. Así, no hay resaca que cien años dure. 

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