Zamora en grafiti

Visité Zamora en agosto. Al poco de llegar a la ciudad me tomé un café en un bar de la calle Viriato, a pocos metros de la Plaza Mayor. Allí, en La opinión de Zamora, leí sobre los grafitis de la ciudad y de sus artífices, pero no les di importancia. Sin embargo, cómo no dársela al recorrer las calles y las plazas. Al alcanzar cada rincón, doblar cada esquina, al asomarse en un mirador o recorrer la mítica Balborraz, el visitante descubre imágenes así, como al desgaire:

¿Dónde acaba el grafiti? ¿Dónde comienza la calle?


Una esfera que  flota
 Luego, ya no. Luego, el visitante las busca, porque hay algunas que se agazapan, convertidas en vuelos de moscas que cosen, canicas que juegan al escondite con un ciprés, pájaros que cantan, una tierra fantástica:

¿Cose sus alas la mosca?


¿Quién es el que ha dejado sin recoger sus juguetes?



¿De qué jungla se escapó, para posarse en Balborraz?

Una tierra fantástica

Más tarde, al cruzar el río, el visitante advierte que el puente se ha engalanado, que el mirador tiene más de un paisaje al que mirar: 

Bordadas las piedras, bordado el Duero

¿Adónde miro?

Pero no todo es algazara. Hay almas perdidas, almas grises, almas que lloran. También, en Zamora:





Y, al final de la visita, sólo queda marcharse... no sin antes, aprender una lección:

Con la bici

Con la maleta

El amor, era esto

quien lo probó...




Fotos de María Antonia Moreno. Grafitis de dos grafiteros zamoranos. Agosto de 2015, Zamora. 

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