Plasencia

Muy mal se le tiene que dar a una ciudad para que no me seduzca en el primer cuarto de hora. Será por aquello que decía Pessoa, allí la vida debe ser feliz, sólo porque no es la mía. Es llegar a un lugar nuevo y comenzar a anhelar el paseo en la plaza, el café en la terraza, los escaparates de la calle de las tiendas. En Plasencia, la calle de las tiendas se llama Sol; ¿cómo no enamorarse? Llegas a la ciudad pequeña y te dice hola el río. Subes una cuesta y caes en la cuenta de que estás tan cerca de la montaña que podrías hacer senderismo cada fin de semana (no importa que lleves una vida sedentaria. Si lo quisieses hacer, lo harías). Y luego, las plazas. 
Sí, durante unas horas quise vivir en Plasencia. Asomarme al espejo del río, refugiarme del calor en El globo, visitar la Catedral. Poner cortinas nuevas, limpiar los cristales, aprovechar para hacer limpieza y tirar papeles viejos, ropas pasadas de moda, proyectos antiguos. Renovar el paisaje. Ah, sí. La sensación de estar perdiéndose algo. Otras vidas distintas, si no más felices, quién sabe si más plenas. 
«Plasencia-view-1» por Jose Antonio Cotallo López from Plasencia, España - CIUDAD DE PLASENCIA.Uploaded by stegop. Disponible bajo la licencia CC BY 2.0 vía Wikimedia Commons.

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