Así no hay manera

Tomada de unsplash.com 
No, no la hay. Una se empeña en juntar cuatro letras y luego, inadvertida de la literatura y sus peligros, se lanza a leer y cae en la cuenta. Así no hay manera.

El último libro que he leído ha sido Aquello estaba deseando ocurrir, de Leonardo Padura. No me digan. Con ese título, quién se resiste. Los relatos son... ¿qué quieren que les diga? Melancólicos, conmovedores, eróticos. Se adhieren a la piel como el camisón en una noche de verano cubana. Saben a bolero y a balsa, a resistencia y a huida, a privaciones y a jolgorio del sentir. Lo dicho: no hay manera.

De Jose C. Vales tengo pendiente el último, el Premio Nadal 2015, Cabaret Biarritz. De él han dicho: es una fiesta, qué digo fiesta, es un festín (sic Begoña Oro). Debe serlo, porque ya leí El pensionado de Neuwelke y cómo disfruté con este homenaje a la literatura romántica. El pensionado huele a humedad y a lilas, y sabe a té con leche y a amores contrariados. Tiene su tragedia y su romance y su final imprevisto, evocador y fantástico. Hubiese sido del gusto de Charlotte Brönte y qué quieren. Si a Charlotte le hubiese gustado, imagínense a mí.

Hombres buenos de Pérez-Reverte tiene fragmentos que sólo cobran pleno sentido si se leen en voz alta. En esas páginas, tocas la niebla, la hierba fragante, escuchas el tintineo de las espadas, sientes en tus huesos viejos el traqueteo del carruaje y la emoción de la aventura, y te enamoras de unos ojos grisáceos que parecen contener todo un mar. 

Y luego y siempre, están Bruna Husky y Rosa Montero. El peso del corazón nos trae al nuestro la medida de la vida, del amor, de la entrega. El loco anhelo de vivir, la vida misma. El bullir de la sangre, el golpeteo frenético del órgano más importante que alberga nuestro cuerpo. Y una androide que se hace, con cada afecto, más humana. 

Ahora estoy con Misterioso asesinato en casa de Cervantes, de Juan Eslava Galán; que ha sido merecedor del Premio Primavera de Novela 2015. Un divertimento, algo para leer con una sonrisa en los labios mientras recuerdas algunas cosas y aprendes otras muchas. 

Que no, así no hay manera. A una le dan ganas de dejar de juntar letras. Si no fuese por que cuando ya está casi decidida, se acuerda de la frase de Gustavo Martín Garzo. Escribir, ¿por qué? Porque nadie contará el mundo como lo ves tú. 

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