Golpe de timón

Ignoro si le ocurre al resto de las personas, pero intuyo que sí. Uno va viviendo a salto de mata y circunstancias, intentando no perder de vista el norte, aunque tempestades y tormentas tropicales entremetan ola o rociada de agua entre el marino y la estrella. Pero hay ciertos tiempos en los que a uno le apetece dar un golpe de timón y... al diablo con todo. En este sentido, siempre recuerdo con cierta envidia a la otrora directora de la BNE Rosa Regás, que fue editora, atleta, traductora de la ONU, madre de familia numerosa, divorciada, viajera y abuela escritora. Cada diez años cambia mi vida, leí en una entrevista (con éstas o parecidas palabras se manifestaba Regás). Será que el ser humano está programado por décadas y al término de cada una de ellas, le visitan otros anhelos.

A veces lo que era importante ya no lo es tanto; lo que pensabas indispensable te parece una falaz tontería y, a ratos, te quedas mirando el horizonte desde tu ventana con ganas de escapar. Ignoro si le ocurre a las demás personas, pero un día recuerdas al gran Roald Dahl que fue aviador, espía, escritor, y caes en la cuenta de que hay hombres, de que hay mujeres, que precisan más de una vida para completarse. Y que hay unos pocos que consiguen multiplicar una vida, la única, en varias, dispares y emocionantes vidas. Al resto (imagino que esto no le pasa a todos) nos aguardan esos deseos insatisfechos, ese impulso de dar un golpe de timón, o un golpe sobre cualquier mesa, preparar las maletas deprisa y corriendo, y huir. 
Argentina. Foto de Earth Pics @EarthPicturz

La literatura (leer, escribir) es un medio de huida, también. Ser detective en La Habana, espadachín en la corte de Felipe II, inspectora navarra, poli canario o cantante en Las Vegas. Tal vez sea suficiente. 




Comentarios