La calle como trinchera

Joven mendigo, Murillo. 1650
Escribir este texto es un modo de responder (o refrendar, según el caso) a dos tuits leídos esta semana. Voy a referirme a ellos, pero no los voy a citar literalmente, ni diré quiénes son sus autores; pienso que poco importa, porque podemos escuchar o leer estas mismas cosas (o parecidas) cada día. 

En uno de ellos, su autora se asombraba de que un mendigo español increpase a una mendiga extranjera y la exhortase a que volviese a su país a buscarse la vida. Esperaba solidaridad, decía (la autora). Bueno. El dolor, la guerra, el hambre, la pobreza, pueden sacar lo mejor del ser humano. Pero a menudo, sacan lo peor. En la ley de la jungla que rige en la calle, se trata de sobrevivir. Tú o el otro. A ver quién es el rumboso que decide inmolarse voluntariamente.
A veces, se dan alianzas entre los más desheredados, los olvidados. Se sostienen, se prestan una manta, o comparten una botella de vino, o ese bocadillo, o ese cartón. A veces, el situarse en una determinada esquina para conseguir dinero es crucial. La calle es la trinchera de los más pobres, de esos que están solos (la terrible característica de la pobreza), abandonados a su suerte. A su mala suerte. A veces, una cadena de malas decisiones desembocó en la pérdida de todo, de lo más necesario: un cobijo, calor, cariño. Otras veces fue un azar maldito, nefasto. En ocasiones, una sarta de engaños, de traiciones. La vida es un camino tortuoso del que conocemos el principio y el final, pero no sus escaques. 

El otro tuit estaba escrito por un hombre y venía a decir que teníamos que asumir que la gente que no tiene dinero no es feliz. Pues sí. Parece que ahora lo moderno, lo progre y lo más solidario del mundo es reivindicar la vida natural, el ser desprendido, el no tener nada en propiedad (oye, si te echan del trabajo y no tienes casa, pues siempre te quedará un puente, patrimonio de todos). 

No seamos inocentes, por favor. La calle es dura, y endurece. Saca lo mejor y lo peor de las personas. Pero vivir en la misma situación que otro no es garante ni de felicidad, ni de una solidaridad automática. No seamos tan ingenuos, que ya nos han contado más de una guerra. Y algunos, hasta las han vivido, o las viven. 

Comentarios

Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Interesantes y acertadas reflexiones. La lucha para sobrevivir en condiciones tan duras no es, precisamente, un jardín de flores. Saludos cordiales.
María Antonia Moreno ha dicho que…
Gracias, Isabel. Me alegra encontrarte de nuevo por la blogosfera. En breve te haré una visita, prepara un café calentito y abre la ventana. Un abrazo.