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| Tomada de Kültur Tava, Foto de Svetlana Batura. |
El niño toca con precaución al minino. Quizás no quiera hacerle daño. Tal vez no se atreva a tocarlo; los felinos son seres independientes, con ideas propias. No son tan complacientes como los perros. El gato parece ronronear, contento, escultura en el alféizar. Pareciera que ha llegado del frío, de los tejados blancos, y no quiera volver a exiliarse del calor de la casa. El niño está en la entrada de la casa, allá donde se guardan los abrigos, las chaquetas, las bufandas. El niño no parece estar muy convencido. Es por eso que toca con el meñique al gato, mientras parece pensar, y tú, gatito, ¿qué piensas de todo esto?
Aún no ha llegado el frío de verdad, aunque huela a otoño; pero las noticias son inhóspitas, crueles. Muchachas occidentales que escapan de sus casas para enrolarse en un ejército que las quiere esclavizar, esconderlas tras los burkas, tapar sus ojos azules con una rejilla de algodón negro. Dicen en el informativo que se han emparejado con sendos combatientes, y en las imágenes, como dos espantajos negros, sujetan las armas necesarias para esclavizar a otras mujeres, a otros hombres. Siempre han existido canallas e iluminados que, con la manipulación y el lavado de cerebros, han conseguido que legiones de seres humanos se conviertan en muñecos asesinos. Ahora, con las técnicas del cine, cualquier muchacho sueña con enrolarse en ese videojuego que no es tal. Ahora, utilizando las redes sociales para propagar el terror, cualquier muchacha desea emparejarse con ese héroe que corre entre las dunas, esquivando las balas. Los canallas ejercen fascinación. Los gurús, los iluminados, la gente cruel. Es común que en las cárceles los asesinos reciban nutrida correspondencia. Los que les escriben se sienten atraídos por el morbo del horror. Llevamos dentro algo muy turbio.
No es de extrañar que el niño se resista a salir y el gato decida quedarse. ¿Qué piensas de todo esto?, Hummm. Quedémonos en este calor de infancia.
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