Inicios

Leí el otro día en un artículo que es más que obvio hablar de inicios de curso cuando llega septiembre, de aromas a libros nuevos, del crepitar del plástico para forrarlos o de los colores de las pinturas escolares. Puede. Pero septiembre se nos ha quedado prendido en nuestro corazón con aquellos días  en los que ir poniendo tu nombre en la primera página del libro de mates, o de lengua, en el que ir aprendiendo a recortar y a pegar con celofán ese forro para que las esquinas de nuestros libros de texto resistiesen los baqueteos, los exámenes sorpresa, el primer beso o la foto recortada del Súper Pop del prota de Flamingo Road (sustitúyase el título de la serie por el que cada quién prefiera). 
Septiembre sirve para hacer balance del verano. En el mío he visto a parejas de novios haciéndose fotos cada vez más extrañas (volando, haciendo volteretas, tumbándose en la hierba, saltando); he visto a la gente hacerse selfies como si lo demás no importase, olvidados de la realidad que tienen de frente; he visto iluminarse a las Catedrales de Salamanca y a la ciudad pequeña y manejable desde la altura de una de sus terrazas. He recordado el genio de Gaudí. Me he tomado muchos cafés. He leído. Periódicos. Novela negra. Novela, a secas. He caminado. He escuchado música. He contemplado el azul, sólo por el placer de contemplarlo. Y ahora, todo vuelve a comenzar. Porque septiembre, se ha iniciado. 
Uno de los mejores lugares para tomarse un café o el color que cada uno prefiera. Museo Casa Lis. 

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