Con amigos como estos... con turistas como estos


La ciudad es de la gente que sabe vivirla, respetarla
Dicen que las personas tienen los amigos que se merecen y que lo mismo sucede con las ciudades, que reciben al turismo que se buscan, que propician, que jalean. Al que acogen o hacinan (según intenciones, euros de cada cual y plazas hoteleras disponibles) y si vienen a emborracharse, a repintar las fachadas de los monumentos, a desparramar basura en la Plaza o a regar los muros de piedra de Villamayor, qué más da. Seguro que un euro o dos se gastan, lo atestiguan las botellas de cristal de las litronas que se beben en las escaleras del Corrillo o en cualquier ágora. 

No quiero pensar eso. No quiero pensar que Salamanca tiene el turismo que se merece. Me refiero a una parte del turismo,claro está. Hay turistas encantadores, cívicos, cultos, que miran lo que ocurre con el mismo gesto de perplejidad de muchos salmantinos. Hay otros salmantinos que ríen y toman fotos a los que arrojan globos llenos de agua y al incauto que se casa en breve, bajo un arco de nuestra Plaza Mayor. El plástico multicolor de los globos rodea al que se despide (¿de qué? Ni que fuese a la guerra) cual marco fotográfico, mientras él, en bañador y con chubasquero transparente, se deja humillar frente a todos, turistas y salmantinos, que tiran (ellos también) globos para darle al tonto. Con amigos como esos, el muchacho no ha de molestarse en tener enemigos. Con turistas como esos, mejor pasamos de todo y que se vayan a su lugar de origen, a animar a otros. 

Se ha puesto de moda venir a celebrar las despedidas de soltero a Salamanca. Docenas, cientos de mozalbetes y mozas, se encaminan a la ciudad del Tormes que ya no es culta y limpia, sino ideal para emborracharse, vestirse de mamarracho (esos aparatos reproductores en las cabezas de las chicas, esas glándulas mamarias adornando los torsos de los chicos, esos profilácticos gigantes que sirven para vestir al novio o a la novia), y van armando jaleo por las calles. Su lugar favorito es la Plaza Mayor. Mi Plaza.

Sí, mi Plaza y la Plaza de todos los que la admiran, la frecuentan, la pasean, los que se solazan con las cigüeñas en los nidos, con el azul o el gris del cielo, con la piedra amarilla, con el trajín del ir y venir de las gentes. Nuestra Plaza. Ahora es posible ver a un enjambre de abejitas y abejorros, o a un tipo con un cartel anunciando (oh, qué oferta tan buena) su disponibilidad para hacérselo gratis a cualquier tía buenorra, por aquello de la crisis. Y mientras, tú, intentando pasear por tu Plaza. 

Ciertamente, a veces, tenemos los amigos que nos merecemos. En ocasiones, (si la dicha es buena) caemos en la cuenta y los apartamos, como moscones molestos. Entonces, nos quedan los que importan, los buenos.

No creo que Salamanca se merezca ese turismo que hace lo que nunca se atrevería a hacer en su ciudad, que ensucia, que alborota, que molesta, que no respeta la libertad de los demás que tenemos (¡encima!) que ser indulgentes y dejarle hacer lo que le dé la gana.

Salamanca es mi ciudad, es la ciudad de la gente que vivimos en ella y de los turistas de bien que acuden a disfrutarla.

Algo deberíamos hacer.

Algo debería hacer alguien.

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La foto es mía y muestra a personas que sí respetan, que sí saben.  
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Comentarios

Unknown ha dicho que…
Que triste saber que la bellísima Salamanca se haya convertido en un lugar al que no se va a admirar sus plazas, monumentos, catedral y demás historia... pero si se vaya a armar jaleo y deslucir lo que tan famosa la ha hecho y tantas miradas de admiración y fotografías ha recibido.
Seguid peleando por una ciudad limpia y digna de retratar y no por una guardería de niñatos con ganas de comprar litronas.
Un abrazo ;)
María Antonia Moreno ha dicho que…
Creo que escribí el post en un momento de enfado. De mucho enfado.
Por fortuna (y creo que lo resalto en el texto) hay turistas, hay seres humanos de bien, como en todos los sitios. Lo malo es que unos pocos hacen mucho ruido. Aboguemos por el respeto, siempre. A mí me parece inadecuado el escenario de la Plaza Mayor, la Rúa, etc., para bromas que a mi entender son de mal gusto (ruidosas, que interpelan a los ciudadanos, que agreden el espacio público pues manchan). Pero, aún, vienen a vernos para vivir la ciudad. Y son, sois, muy bienvenidos. Lo malo es que esos pocos espanten a los muchos buenos.
Gracias por tu comentario, Yiya... haremos lo que podamos (y nos dejen). Un fuerte abrazo.