Tras el objetivo

El enigma es doble: lo que capta el objetivo y lo que no
Hay una ocultación premeditada. En la imagen, las ruinas del castillo podrían entristecernos cualquier día gris. Los muros nos hablan de tiempos pretéritos, de glorias desvanecidas como la luz de una estrella fugaz. De guerreros oteando el horizonte, quién sabe si con el corazón aplastado por la cota de malla y el miedo; o henchido de orgullo viril y adrenalina ante el combate. Sin embargo, con ese cielo y ese aire transparente, no hay cabida para la melancolía, ni para el recuerdo. Parece ser un momento gozoso, de excursión acaso dominguera, con la presencia cercana de alguna alameda, o de un banco junto a un álamo donde recuperar fuerzas. Hay algo que se esconde, algo que se agazapa. Los meses fríos harán que entre las grietas silbe la ventisca, azotando torres, murallas, muretes defensivos, puertas y arcos ojivales. Cualquier día de invierno, la nieve acudirá a besar las piedras del venerable castillo y ese algo se manifestará, esa pena indefinida de lo que fue y ya nunca será. Esa sensación venerable de estar pisando un lugar donde otros hombres y mujeres amaron y murieron, lucharon y se enamoraron, admiraron las flores cubriendo las laderas del cerro donde se eleva el castillo.
El enigma es doble. Hay alguien tras el objetivo, semiescondido tras la pared, que ha capturado una silueta de mujer caminando. Cuando ese alguien baje la cámara, su rostro será como la nieve que besa piedras y muros. Hay más misterio tras el objetivo. 


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Foto de María Hernández. Castillo de San Esteban de Gormaz, Soria. Agosto de 2013. 
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