Perspectivas

Como sé que volar en avioneta o practicar caída libre son ejercicios aeróbicos (o aerostáticos) que no están diseñados para mí, me conformo con los miradores o los cerros moderadamente elevados. Mirar desde lo alto no tiene nada que ver con hacerlo a ras del suelo: ¿será por eso que los escaladores no cejan en su empeño de conquistar cumbres?
Imagino que algo de eso habrá: sentirte el dueño del mundo y a la vez, insignificante como un átomo. Claro que los deportistas agregan al cóctel adrenalina, esfuerzo, dolor, el vértigo de vencer lo aparentemente imposible. Así que no debe de ser la misma sensación que tengo yo cuando me asomo a uno de esos elevadores con los que tropiezas una y otra vez en Lisboa, y rodeada de gentes (turistas como yo, quiénes si no) no dejo de dar vueltas en la plataforma y sobre mí misma, para intentar aprehender el color, y el aire, y el bullicio. No, no debe ser la misma, pero la mía (que es más doméstica y burguesa, sí) se me antoja única y resplandeciente, como un día de marzo. Y hay veces en los que la gente no importa, porque soy la primera en ver esa calle, y ese tranvía, y esos tejados, y esas personas vestidas de amarillo, y esa estatua ecuestre pintada por cortesía de las palomas.

Es embriagador subir la escalera metálica y salir afuera. Lisboa a un lado y a otro, y a otro. Apenas los ojos pueden quedarse con los detalles, sólo con la borrachera de sentirse formando parte de las cosas. Las esculturas del arco triunfal son gigantescas en esta perspectiva; uno de sus pies parece aplastar los edificios de la plaza amarilla, y una muchacha rubia besa a un muchacho moreno, mientras un matrimonio (lo parece) se toma de las manos.

Es inexplicable esta dicha de ver desde arriba. El cielo irreprochable, los barcos, el puente que rubrica el horizonte, el tranvía que renquea, los hinchas suecos que han venido a por el partido y no tienen tiempo de hacer turismo, ni subir a ningún mirador.  Qué bendito sentir. Qué sencillez. Qué hermoso se ve todo, y qué lejos parecen los problemas (¿qué problemas?).

Cuestión de perspectiva.

Ese tranvía que renquea... lo descubrí yo

La mirada sortea mosaicos y gentes

El Castelo está arropado de árboles

Los suecos habían venido por el partido

La Sé se agazapa en la colina, bajo la grúa...

Un gigante

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Fotos de Lisboa, noviembre de 2013, de la que escribe el blog.
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