Una estrella

Me pasa a menudo cuando los días se acortan y las noches son largas y, entonces, parece que todos los temores se desploman sobre mí sin previo aviso. Me pasa a menudo cuando caigo en la cuenta de que ya soy mayor y no me siento mejor, ni más segura, ni más a salvo. Al contrario. La vida se me antoja una trampa con final fatal. 

Menos mal que a veces, un viaje que no estaba programado viene en mi auxilio. Y, aunque se trate de más trabajo, o de incomodidades tales como transitar por media España en un tren nocturno, sé que, si no más segura, ni más a salvo, volveré sintiéndome mejor. Como una niña que regresa de una aventura. Como una chiquilla traviesa que ha hecho pellas de la normalidad. Y volveré, con la luz de otro horizonte prendida en la mirada, y quizás sea suficiente para esas noches que se me antojan duras, ásperas, impertinentes. 

Y una tarde cualquiera, en esa hora indecisa en que la tristeza parece no querer despegarse del cuerpo,  pueda deshacerme, al fin de ella. Quizás cantando. Ahora ya sé que hacer contigo... grande, Mari Trini. 

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