Pérdidas

Cuando llega el otoño es ineludible el recuento de las pérdidas. Perdimos la ocasión de besar en aquel día azul. Perdimos el verano, perdimos la sensación de la novedad, perdimos hasta la conciencia de ser jóvenes. Pérdidas. 

Octubre se despide y el frío comienza a instalarse en los huesos. La pérdida es una circunstancia que atañe a todos por igual. Vamos perdiendo ocasiones, minutos, gestos, saludos y palabras que no supimos o no quisimos decir. Perdimos aquel empuje de juventud y aquella ilusión arrebatadora, casi suicida. Ese loco entusiasmo por estar vivo que solo se presenta ya muy de tarde en tarde, en el vuelo de la mariposa amarilla, en el fluir del río, en el batir de las alas de un pequeño pájaro que sabe (y cómo) cantar. 

Octubre es un mes dulce por lo nostálgico. Lo que perdimos se nos presenta arrugado, como un traje que quedó mal colgado en una percha y se cayó con la inevitable ayuda de la gravedad. Perdemos firmeza y tono en la piel, perdemos brillo en el mirar, perdemos el asombro ante lo que dice este o aquel.

A uno le gustaría, en este mes de octubre, hacer balance de las pérdidas y las ganancias y que por una vez resultase a su favor. Pero es que siempre estamos perdiendo en este diario vivir.



Comentarios