Normalidad

Para mí, volver a la rutina conlleva pasear por mi ciudad. Por estas fechas, Salamanca se llena de estudiantes y de turistas septembrinos, mezclados unos con otros con la luz de este mes en el que tantos iniciamos el año real. Uno se da cuenta de que la quimera de huir hacia un horizonte azul se terminó y persigue por las calles el aroma a café con leche y el del primer afeitado de los chicos universitarios. O el de la ropa nueva que las chicas se acaban de comprar en una de esas tiendas de la calle Toro. Este año, la normalidad viene mezclada con palabras de guerra, de crisis, de paro, de pobreza, de anhelos de cambio y un cierto regusto a desazón. Los periódicos desalientan los ánimos, hay cada vez más personas en la calle que piden dinero, comida, ayuda, porque ya se les terminó la subvención. Así que la cotidianeidad, si implica trabajo y labor remunerada, este año es más que bienvenida. 

Sentirse mal no es difícil, mientras uno camina mirándose las puntas de los pies. Siempre está el miedo agazapado en cualquier esquina, la preocupación gris que se adhiere a la piel como una camisa vieja. Por fortuna, hay cosas que te salvan el día, aunque sea en el último minuto:

Quiero irme a casita (pregona un niño de tres años a su padre). A casita, ya. ¿A qué casita, hijo? (el padre se hace el despistado) ¿Al hotel o a la casita de Madrid? A nuestra casita de Madrid. Hoy. Mañana, hijo, mañana. (No cuela). No. Hoy. (Lo intenta, de nuevo). Mañana, es que el coche está en el taller y, hasta mañana, no nos puede llevar...

Las consecuencias de leer aprisa y corriendo un folleto turístico, llegar a la ciudad y ...

Mira, hija. Esta es la Casa de las Conchas ¿has visto cuántas? (La niña asiente, meneando la cabeza). Pues sobre una de ellas hay una rana. ¡A ver si la encuentras! Y tú, aborígen cruel, las dejas ahí, pensando que tarde o temprano caerán en el error. O no. Justo castigo a su despreocupado interés, piensas. Pero... ¿cuántas veces habrás cometido tú esa equivocación? ¿Cuántas veces, en una ciudad o en un pueblo, habrás mirado sin ver una fachada, una iglesia, un castillo, y habrás mezclado tiempos, detalles, órdenes? Ah, qué maldad la del aborígen enamorado de su ciudad...

La normalidad de septiembre llega mezclada en incertidumbres y en escenas impagables. Que vuestra normalidad sea lo más agradable posible. 



Comentarios

Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Me sumo a tus deseos de que la normalidad sea lo más agradable posible, lo más grata. Eso sin que nos olvidemos de aquellos para quien la vida está mostrando su cara más difícil... Un abrazo muy fuerte, con café con leche.
María Antonia Moreno ha dicho que…
Querida Isabel, por supuesto; precisamente, para los que la normalidad no deja de ser una serie de rutinas con algunas incomodidades, tenemos que desdramatizar esa vuelta. Porque lo difícil es no tener esa normalidad...
Gracias por el abrazo y el aroma. Me los quedo y te manzo abrazos y besos.