Es tan parecida a Adele como la flor de un cactus a una orquídea salvaje. En mitad del vagón, con la melena sucia y desteñida recogida en una coleta, la mujer canta con desgana a un micro. El artefacto tiene un cordón umbilical que lo une a un bolsón negro y baqueteado, y que ella se empeña en tener a la vista, no vaya a ser que algún viajero (otro como ella, o quizás, otro diferente a ella) se lo distraiga aprovechando uno de sus gorgoritos, cuando levanta la mirada al techo, atisbando quién sabe qué paisajes, quién sabe qué escenarios.
Canta Someone likes you, el tema que hizo famosa a Adele, o tal vez, el tema por el que nosotros, los iberos sin gloria, la conocimos. Canta con desgana, como quien lleva muchas horas y muchos días cantando la misma canción: en las entrañas de Madrid, sin sol que le caliente los adentros, sin focos ni jurados que griten TSQV.
Sin embargo, en la interpretación agotada, se adivina un toque de agónico desgarro, una cierta gracia. No sé si es producto del talento natural o consecuencia de tanto ir y venir en trenes subterráneos, de tanta pericia en esquivar rateros, miradas impertinentes (como la mía), palabras ásperas y gestos de desprecio. Someone likes you. La camiseta que viste es rosa. El pantalón es un vaquero de marca blanca. Las deportivas son de a diez euros el par. Someone likes you y unos aplausos livianos, dos o tres monedas. Guarda el micro en el útero de plástico junto con el altavoz, y desciende en la parada próxima. La Adele del metro sin gloria. Tan distinta. Con tanta suerte diferente.
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Ya saben que desde hace un par de semanas tengo un espacio en Kalani Magazine: Otra piel, en el que me propongo escribir (sobre todo, pero no exclusivamente) acerca de libros, lecturas, autores, personajes... Esta semana, la recomendación es Negra y sabrosa (sobre la obra de Andrea Camilleri). Espero que la disfruten.
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Besos. Rafa