Temblor

Leo Temblor de Rosa Montero. En la contracubierta, el libro informa de la chispa primera. La escritora no recordaba ciertos detalles de la casa donde vivió de niña. ¿Y si el mundo desapareciese cuando nadie pensase en él, en una pulsión temblorosa? ¿Y si lo que nos rodea existe porque vive quien lo sueña, quien lo mira preservativamente?

Agua Fría es la protagonista de Temblor. Agua Fría y su viaje de iniciación, de aprendizaje, su viaje heróico en pos de la salvación del mundo. Porque el mundo, tal y como lo conoce Agua Fría, está desapareciendo, desteñidos los colores, cercados por la bruma ciudades, pueblos, bosques, mares. Se agota, cansado, exhausto, se abandona, invadido por guerras, hambrunas, sequedad y aspereza sin límites.  Un mundo estéril en el que cada vez nacen menos niños. Un mundo viejo, extraño y fantástico, poblado de seres como los kalinin (una especie de sacerdotes inferiores, hermafroditas), guardias púrpura, bandidos, mineros, disidentes, sacerdotisas y grandes hermanas... De sociedades crueles, desiguales, basadas en las castas, en los castigos, en las prohibiciones y en los privilegios para unos pocos. Es un mundo posterior al nuestro, en el que  nuestros saberes se conservan en libros y son muy pocos quienes los conocen y muchos menos quienes los practican. 

En su peregrinar hacia el norte, Agua Fría parte de su ciudad natal, Magenta, y conoce a los renegados y a su Renacimiento, y a los primitivos Uma. Unos y otros son diferentes, como lo es la propia Agua Fría. Si en Magenta los sacerdotes, la Ley y el Cristal marcan el destino, los renegados abominan de ese orden y los Uma menosprecian a las mujeres, no conocen el lenguaje escrito y no tienen imaginación. El círculo se completa cuando Agua Fría regresa a Magenta: el mundo se desvanece y ella, que ha conocido la dicha y su pérdida, ha de jugar una última partida.

Temblor es apasionado, vital y feroz. Porque los seres humanos luchamos por vencer a la oscuridad, a la desdicha, a la muerte, en una guerra perdida a la que sólo podremos arrancar breves victorias: algunas escaramuzas ganadas, quizás alguna batalla. Aun cuando el final está decidido y nuestro destino fijado, nuestro orgullo y nuestra ilusión no nos deja rendirnos. Luchamos, luchamos y perseguimos la felicidad. 

Las descripciones son bellísimas, parajes desolados y hermosos. Ciudades aisladas, perdidas en la nada, rodeadas de cordilleras heladas o vasto desierto. Construcciones que impresionan y acongojan, instrumentos del poder, del fanatismo. Agua, nieve, frío, calor insoportable, la luz y la absoluta falta de ella. Los personajes, contradictorios, extraños, originales, evolucionan a la par que sus circunstancias. Agua Fría es la heroína que se acompaña de Bruna, una perra fiel y baqueteada por la dureza de la aventura y su numerosa prole.

Cada novela, cada obra de Rosa Montero (está la escribió hace más de veinte años, se encuentra fácilmente en una reedición del 2007 y en algunas bibliotecas públicas) me redescubre a una autora con imaginación, oficio, entusiasmo y pasión por la lectura, por la escritura.  Un gustazo.

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