El corazón del tártaro

Otra novela de Rosa Montero que se me había escapado, no tengo perdón, ni hay excusa posible para tamaño olvido, para singular despiste. Una historia tártara, una historia de personajes con el corazón torcido y la infancia tullida. Porque la infancia es el lugar en el que habitar toda la vida, repite casi obsesivamente Rosa en la novela. Y (continúa) los hijos de los alcohólicos se alcoholizan, los hijos de los locos, enloquecen, los hijos de los maltratadores, maltratan. Quizás. O quizás, no. Porque la vida es (era) un chispazo de luz entre tinieblas. Todas las cursivas son de ella, de Rosa, tomadas directamente de El corazón…, que leí en una tarde de sábado, con el mío un tanto baqueteado, revoloteando entre el horror y la compasión, entre la sinrazón, la negrura y el desconsuelo. Y la luz.

Como siempre en las obras de Montero, la luz, la esperanza (que puede ser vana en términos absolutos pues sólo es seguro y cierto que moriremos, pero qué necesaria, qué humana esa eterna búsqueda de la felicidad, de superación de nosotros mismos y nuestras circunstancias). La esperanza de que esta vida, la nuestra, la suya y la mía, merezcan ser vividas a pesar de conocer el desenlace.

La protagonista es Sofía Zarzamala, Zarza, una mujer de 36 años con un pasado terrible que no quiere convocar. No quiere, no lo desea, huye de ello, pero… Una mañana suena el teléfono y los fantasmas regresan; enfrentada ante el dilema de huir o afrontar las consecuencias, Zarza, visita las peores pesadillas de su ayer en un intento de conjurar los demonios que la persiguen y que la azuzan desde sus adentros. Pues Zarza fue otra mujer, ajena y peligrosa, egoísta y violenta, perdida de sí misma… cuando la Blanca fue su señora y ella su vasalla.  Y se nos encoge el corazón al saber tantas cosas que le hicieron a Zarza cuando era niña, cuando era jovencita. Y lo que ella hizo a su vez a otros seres desvalidos. Nadie es inocente, todos son culpables. Uno no deja de preguntarse con Zarza, si se puede escapar a tamaño destino, si  habrá alguna luz. No voy a desvelar detalles del argumento, porque en realidad no sé si es imperdonable que no la hubiera leído hasta ahora (a fin de cuentas y como dice Rosa, la ventaja de ser ignorante es que puedes descubrir cosas que los otros ya saben… y maravillarte), pero sí lo sería el matar la intriga. Porque es una novela de intriga, y de búsqueda, y de sentimientos. Cuando estoy contigo no me importa morirme, le dice Urbano a Zarza, no me digan que no es fantástico. (¿Quién es Urbano? Lean).


Todo un océano

Sólo una cosa más. En un momento determinado, aparecen los momentos oceánicos, esos instantes en que la belleza entera del mundo se desploma sobre ti y tú sufres una particular clarividencia. Esos momentos oceánicos son llamados así por los psiquiatras, pero parece ser que los biólogos dicen que no son más que una masiva suelta de endorfinas, aunque los místicos hablan (figúrense) de que entonces son capaces de ver el rostro de Dios. Sean lo que sean, y como apunta Rosa, constituyen un rasgo particular, profundamente humano y es una maravilla. Pues eso. Experimenten un momento oceánico (me encanta esta expresión) con El corazón del tártaro

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Foto: Málaga, 2013. Algo parecido a un momento oceánico. 
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