Tumbos

Uno va dando tumbos por la vida. Eso si todo va bien; si no hay una enfermedad insidiosa que nos ataque a destiempo, si no se padece alguna tragedia excepcional, de esas que ahora son cotidianas y antes sólo les ocurrían a los demás.
Tumbos. Como si algún diosecillo se complaciera en vernos tambalearnos, caer, esquivar golpes, soportar baches, aguantar aguaceros y ventiscas de nieve, navegar entre la niebla. Confusos. Confundidos. Perplejos. Perdidos. 

La otra tarde, en un bar, vi a un niño pequeño corretear gozoso. En un momento dado, cayó. Iba tan embelesado en el descubrimiento de su vuelo. Así somos, así vivimos. Dando tumbos. Despegando y cayendo en un looping fatal.

Nos quedan las mentiras. Más de cien para levantarnos cada día. Para levantar la mirada y sonreír, a pesar del último baqueteo. Si no fuese por ellas, no habría motivo, ni razón. Más de cien mentiras. Más de cien motivos, ya lo dice Sabina (mejor que yo, por cierto). 

Comentarios

Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Pues sí, eso es la vida, dar tumbos. Otra cosa es que, cuando la contamos, ponemos orden en ella. Para eso, sobre todo, sirve la literatura... Besazos y que disfrutes de estas fiestas.
María Antonia Moreno ha dicho que…
Sí... Para ordenarnos, también, por dentro. Lo mismo te deseo, Isabel. Un beso