Amanece y el tópico

Amanece. Bandas de colores pastel visten el cielo: los azules, los rosas, los malvas, el naranja melocotón y el nácar. Una pizca de amarillo azafrán. Y unos toques de azul pavo. El aire es transparente, joven, efervescente. Navegan las cigüeñas en las praderas verdes y las garcetas se bañan en el río. El relieve oscuro de las montañas dibuja caprichosas figuras en el horizonte: indios, muchachas en flor, panzas, lunas, camellos. La carretera es una herida abierta que hemos infligido al paisaje. Volamos, centauros de metal, dejando atrás encinas y pantanos, sierras, vegas y laderas tapizadas con las primeras flores. Es un adelanto de primavera. Es inevitable pensar que la verdad, que la vida verdadera están ahí fuera, junto a las charcas florecidas, y las ranas, no en las oficinas ni tras un ordenador. Ni siquiera tras este.

Uno siente deseos de bajar del coche y quedarse para siempre ahí. Vivir en ese pueblo, donde las mujeres salen a caminar abrigadas, casi al amanecer, y luego regresan para hacer la comida en una cocina con vistas a la sierra. Tomar un café en el único bar de la plazoleta, bajo los soportales. Comprar pan recién hecho, oler el azúcar y la mantequilla del bizcocho. Levantar la mirada para comprobar que la montaña azul sigue ahí. Y, después de comer, cuando todos duerman una breve y reparadora siesta, escapar al campo y navegar junto a garcetas y cigüeñas y esas aves de plumas azuladas que no sé cómo se llaman. Uno se olvida de los esfuerzos y las limitaciones de vivir en el campo. Uno cae en el tópico y todo parece fácil, esencial, verdadero. 

A la vuelta, atardece. Rosas y malvas se mezclan con un rojo furioso que deja caer chispas de luz en el prado. Aunque suene a tópico, uno sigue pensando que el vivir tranquilo, adivinando el aroma a jara, escuchando la pesadez de los grillos en esa hora plomiza de la siesta, siguiendo las evoluciones de la mariposa marrón... es la verdad. Y lo demás sólo es sobrevivir. Perseguir, incansables, un futuro que no es negro, ni rosa, sino gris. Sobrevivir y correr, para no llegar nunca a tiempo. Y el campo, que se ofrece como un lienzo sencillo. Hermoso.


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