Los libros te agrandan la vida

Finalizo La bibliotecaria de Auschwitz de Antonio G. Iturbe. Una novela que narra la historia ya de todos conocida, pero que no se ha de olvidar. Una muchacha muy joven, el amor por los libros, la amistad, la vida y la muerte. La protagonista existió; se trata de un relato basado en hechos reales. Es el relato que dignifica a los que fueron exterminados y a los que se salvaron milagrosamente.

La pequeña bibliotecaria tiene una misión que cumplir, una misión que la salvará del horror cotidiano y la pondrá continuamente en peligro. Ocho libros desencuadernados, quebradizos, con los lomos despegados, las esquinas dobladas, con manchas. Y, luego, los libros vivientes. Los seres humanos que cuentan historias a los niños del pabellón 31, en Auschwitz. Un pabellón que es una escuela clandestina, un pabellón que es una pantalla urdida por los nazis para engañar a los observadores de la Cruz Roja (que nunca acuden). Hay un héroe con miedo ( por eso es un héroe, porque a pesar de todo, continúa): Hirsch, el joven y guapo atleta querido por todos que, sin embargo, acaba siempre solo. Dita, la pequeña bibliotecaria, lo adora, como los casi 4.000 judíos que deportaron de Teretzin. Ha conseguido que, en seis meses, ningún niño muera; más de 500. Hay otros secundarios memorables: la aparente frágil madre de Dita; su amiga Margit; un viejo profesor que se hace el chiflado... Y un SS arrepentido, enamorado de una judía. Y otros odiosos, como el Doctor Muerte.  


En La bibliotecaria, Iturbe señala que un libro no te salva la vida, no se puede comer. Pero te da esperanza, te agranda la vida, te sube a un tren para emprender un viaje. Dita cuida de los libros (de los vivientes también), los oculta, los distribuye, los repara, los anima. Dita es una bibliotecaria con mayúsculas. 


Hay reflexiones acerca de la infancia, de la juventud ... que nos conviene recordar a los mayores. Un año es eterno. La infancia es fugaz, es por eso que ha de preservarse. Si es que se puede.

La narrativa de Iturbe se me antoja sencilla, directa. Su prosa desnuda va cayendo con lentitud sobre el lector, que se conmueve, se horroriza y queda cautivado por las ganas de vivir, la generosidad de Dita. 

He dicho en más de una ocasión que no soy objetiva. Me gusta, mucho. Muchísimo. 


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