Encuestando, que es gerundio

Era un viernes por la tarde, y la semana había sido corta, pero dura. La oficina la había dejado sin fuerzas; las tareas de casa sin aliento; y la siesta se vislumbraba en el horizonte como el edén prometido. Los niños se habían marchado a una fiesta de cumpleaños (tartas y refrescos en el salón de un hotel, Wii,  plays y piñatas. Horas de diversión para críos de once años. A menudo no podía evitar pensar que todo era desmesurado, si con once los cumpleaños eran como las puestas de largo de las telenovelas venezolanas, cómo serían las onomásticas de la mayoría de edad. Escalofríos le daban sólo de imaginárselo). Así que libre de deberes escolares, meriendas, consuelos y regañinas; la cocina recogida, la tele sin sonido, el chándal y la coleta puestos, desmaquillada y muy cansada, miró con verdadero amor el sofá. Es lo único por lo que puedo sentir deseo después de la espantada. 
La espantada había tenido lugar años atrás cuando los gemelos despertaron en el padre unos  arrebatados instintos de fuga. Ella lo entendía, no había nada más aterrador que la perspectiva de la adolescencia. En las raras ocasiones en las que se permitía reconocerse como la madre futura de dos adolescentes, hacían su aparición la taquicardia y la sudoración fría. Pero hoy, no. Todavía, aún, son once los años, y aunque pueden llegar a ser protestones, el tiempo los altere (¿alguien ha estudiado la influencia de las bajas y altas presiones en los comportamientos infantiles? No hace falta ver el tiempo en la tele. Observen a un niño. El comportamiento errático. Los aullidos. Los semblantes), y son cargantes como todos los críos de once, todavía le dan un beso al irse a la cama, aún le cuentan el último encontronazo con el chulito del barrio, los juegos en la calle, los cumples, el último videojuego. Aún. Todavía. La espantada es de cobardes. Ella es valiente. Sonríe mientras recoge la rueda de un coche y el cuaderno de las mates.
Suspira. Suena el timbre. No. No quiere. Decide hacer oídos sordos. La última vez fue la vecina del Primero C. Que si tenía un huevo, que si tenía levadura. Que si tenía harina, una pizca de azúcar, un limón aunque estuviese maltrecho. (Un poco más y le pide que le hornee el bizcocho. ¿No tendrá unas miajas de luz, vecina?) No. No va a abrir. Se instala en el sofá, estira las piernas, las encoge, las vuelve a estirar. Rinnnnnnggggggg. El timbre. Rinnnnnnngggggg. El maldito timbre. Rinnnnnnngggggg. Suspira. Se despide mentalmente de la siesta. Va hasta la puerta y se pregunta qué será esta vez (¿patatas, sal, aceite, cebolla y una sartén?). 
A través de la mirilla descubre que se ha equivocado. Sobre el felpudo con forma de león que sus hijos le compraron por el Día de la Madre (nunca ha meditado a fondo el significado del regalo. No se encuentra con fuerzas para descifrar tamaña metáfora) se asienta con aplomo una mujer joven, regordeta, con el pelo teñido de un inclasificable color (la gama girando en torno entre arándano maduro y amarillo pollito) que estrecha entre sus brazos (en un gesto decididamente amoroso) una carpeta negra, voluminosa. 

¿Quién es?
Buenas tardesresponde con una voz chillona. Soy una agente encuestadora, me envían del Ayuntamiento.

Ay. Con gusto le hubiese hecho la cena a la vecina. Tortilla de patatas y, de postre, tiramisú.

Pase, pase.La invita, abriendo la puerta de par en par.Pase y siéntese.
¡Qué amable! ¡Qué frío hace! ¡Menos mal que la encuentro! Esta mañana he venido tres veces, ¡¡¡3!!! y aunque un vecino suyo (el del Bajo A, un hombre muy interesante, ya mayor pero atractivo, se nota que de joven fue guapo, Jesús, creo que se llama) no la he pillado en casa. ¿Trabajando, tal vez? Y luego, la puerta. ¿Han pensado en mirarlo?
Sí, bueno, yo... ¿La puerta?
La puerta del portal. Que no va bien, que se atasca, que aunque tires y tires, no hay manera. Menos mal que Jesús me abrió desde dentro y ahora, igual. Bueno. A lo que vamos.

(¿A lo que vamos? ¿A qué?)

Soy agente encuestadora y me envía el Ayuntamiento. Usted ha tenido que recibir una carta como ésta (y blande ante sus ojos un papel). ¿La ha recibido? Esta es la primera pregunta de la encuesta.

(Ella tiene una visión. Sus hijos. La carta. Un barco de papel en el bidé).

Sí, sí. Pero me temo que ya no la tengo...
Nada, nada, tranquila. No pasa nada. Apunto que sí y listo.

(La carpeta no era tal. Era un ordenador de mesa, chiquito y ahí, ahí mismo, en un prodigio de la técnica y en un esfuerzo por desterrar el papel, la administración electrónica, las preguntas. De pronto, una revelación. No sabe qué tiene esa mujercita regordeta de pelo de colorines que no hace más que procurarle visiones y revelaciones).

Pero, ¿no éramos una reserva? Quiero decir... en la carta ponía que no estábamos seleccionados, que sólo eramos reserva por si alguien fallaba, ¿no?
Sí, sí. Y eso ha pasado. Que alguien, digamos... ha fallado. Y ha saltado su casa. Pero, deje, deje. Ahora no sé qué ocurrirá, ya eso escapa de mi competencia. Ya he pasado el informe al inspector y él decidirá. Un señor, ¿comprende? Como que no lo entendía. Pero ya no puedo hacer nada. A lo nuestro.

(¿A lo nuestro? Esta vez no hay visión. Ni revelación.)

Siguiente pregunta: ¿Está usted satisfecha con su vida?
¿Cómo? 
Con su vida, en general. Laboral, personal, comunitaria, afectiva, social... En general. 
Pues... sí...
Del 1 al 10, ¿ponemos un 9 o un 10? Un 10, quizás sea demasiado.... perfecto, ¿no cree? ¿Ponemos mejor un 8? Para hacerlo más creíble...

(Pero, ¿de qué va?)

No, no. Un 10.
¿Segura?
Por completo.

(Chúpate esa, agente encuestadora).

¿Es usted madre? Si es así, indique número de hijos, edades y sexos.
Sí. Dos. Once. Gemelos.
¿Gemelos? ¡Qué ricos! ¿Andan por aquí? ¿Podría conocerlos? Ay, me pierden los gemelos. Siempre quise tener gemelos, o mellizos. He sido madre hace poco, ¿sabe? Quizás por eso estoy sensible... 
No. No están.
Ya veo. ¿Con su padre. quizás?
No.
(Silencio. Pausa.)
Ya veo... ¿Separada? ¿Viuda? ¿Soltera? ¿Pareja de hecho?
Casada. 

(Nunca se divorciaron. Simplemente, desapareció). 

¿Trabajo?
Sí.
¿Dónde?
En una oficina, administrativo.
Vaya. Y con dos hijos. Complicado, ¿eh? Yo, sin ir más lejos, desde que he sido madre me las veo y me las deseo para compaginar la vida personal, la laboral, la sentimental, etcétera, etcétera. No digo ya salir a tomar algo, o a cenar, o al cine. ¡Ni se me ocurre! Parece que eso ha acabado para mí. En fin, qué se le va a hacer. Una decide y la vida es la que sentencia. Porque yo...

¿Va a durar mucho la encuesta?
No, en realidad...  (Ahí le ha dado. Toma ya. Pesada.) Lo que sí es que me tiene que dar su número de teléfono, porque cada tres meses, durante tres años, tenemos que hacer un seguimiento de su felicidad. 
¿De mi felicidad?
Sí. ¿Pero no me ha dicho que ha recibido la carta? El consistorio quiere averiguar el índice de felicidad de la población; de ahí esta encuesta exhaustiva, que toca todos los temas y aspectos que pueden influir en la felicidad de cada uno de los individuos. Desde si hay parques o guarderías suficientes hasta si tiene tiempo de ir a comprarse un vestido a las rebajas.

(No puede más. No puede ir en serio. ¿Dónde está su pelma preferida, la vecina? Que venga, por dios. Que le hace el menú semanal, la compra y la manicura).

Claro, que si tiene prisa... Puedo enviarle las preguntas por correo electrónico... y...
Sí, sí. Anote, anote (le da su correo cruzando los dedos. Que se vaya, que se vaya...)—Y, cada tres meses, me las envía de nuevo, si quiere. Es que comprenda, el trabajo, los niños, un marido que no se implica... Usted ya sabe, ¿verdad?

Diez minutos más tarde, la agente encuestadora sale de su casa... pero da por bien empleado ese tiempo. No ha habido bajas. Continúa con vida. La encuestadora. 



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La música, para acompañar, sin más...
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Comentarios

Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Ja, ja. Y los gemelos, pobrecillos, aunque ausentes, dando quehacer a su madre. Y lo que nos queda por ver... Besazos, querida amiga.
Anónimo ha dicho que…
Tierno y realmente brillante. Besos

Rafa
María Antonia Moreno ha dicho que…
:) Sí, pobres! Curiosamente, gemelos, como Remo y Rómulo! Un beso
María Antonia Moreno ha dicho que…
Gracias, Rafa. Besos para ti también.