Zozobras

La ciudad no despierta el lunes. La ciudad sobrevive. Los autobuses son escaparates con maniquíes inmóviles, taciturnos y callados que se desplazan hacia un destino fatal. Por la calle, otros muñecos a escala natural caminan disfrazados de yupis, carteros o pintores de brocha gorda. Hay un aroma a tristeza, a col hervida, a alimentos en fiambreras. La ciudad no despierta, la ciudad se acompaña de desconsolados seres humanos que van y vienen en silencio, mirándose las puntas de los zapatos y anotando, con paciencia de contable de los años cincuenta, el debe y el haber: la factura de la luz, la de la calefacción, el recibo de la comunidad, el abrigo nuevo para la niña, la avería inesperada del coche y la nómina, cada vez más menguada, más exigua, fina como papel de fumar. Esos son los poseedores de fortuna, los otros están en casa, mirando tras la ventana cómo amanece y la luz lechosa del día va dotando de consistencia y volúmenes a las cosas. Y a las zozobras. La ciudad tiene un aspecto especial, ni siquiera los adornos de Navidad (esos terribles colgajos de colorines) consiguen que tenga un aire festivo. 

La zozobra es aún mayor si el conductor no te devuelve el saludo, si no te mira, si vuelve el rostro hacia la ventanilla mientras pasas el bono bus por el lector óptico. A quién pretende engañar. Está todo negro ahí afuera. En la radio, suena una promo de un centro comercial. Es el último día del otoño. 
Un tren iluminado como un gusano de luz. Un revisor que revisa tu billete con una sonrisa (lo primero es su función, lo segundo, no). A esa sonrisa no hay quien se resista. Cuento los que sí. Dos de nueve. Las sonrisas se contagian, casi no cuestan nada, pero valen mucho. De pronto, caes en la cuenta de que Anthony Queen está detrás de ti. Un Queen de pelo blanco, el Queen viejo, el patriarca de Un paseo por los nubes. Vestido con chaleco, reloj de cadena, corbata estrecha. Haciendo un crucigrama. Y casi escuchas la B.S.O. Amor...



Zozobras. El tren se mueve por tierras desconocidas en la negrura. Piensas. Una sonrisa no cuesta nada, menos mal. No hay dinero para pagarla. Anthony se te queda mirando mientras te abrigas, antes de llegar a tu parada. Gorro, bufanda, guantes, abrigo. Y no te olvidas de la sonrisa. Hay que pertrecharse para sobrellevar las circunstancias.

Comentarios

Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Las sonrisas, como muy bien dices, son gratis y nos hacen la vida más grata a todos. Sin embargo, cuánto cuesta a veces arrancarnos una, sólo una... Hagámonos el propósito de regalar(nos) muchas sonrisas en las próximas fiestas y más allá de ellas. ¿Por qué habríamos de asumir el discurso de quienes nos amargan? Un abrazo muy fuerte, querida amiga, felicidad y buenas noticias y realizaciones para el próximo 2013.
Anónimo ha dicho que…
Gran escrito, con sentimiento y profundidad. Muchos besos María Antonia y que pases junto a los tuyos unas felices navidades. Abrazos
Rafa
María Antonia Moreno ha dicho que…
Sí, hagamos el propósito :) Un abrazo muy muy fuerte también para ti, que el 2013 te traiga maravillosos proyectos, salud, felicidad... Un montón de besos, querida amiga.
María Antonia Moreno ha dicho que…
Muchas gracias, Rafa. Te deseo lo mismo; cuidaos mucho.

Muchos besos.