Ovejas

Las ovejas tienen para mí un significado especial. Tal vez sea porque mi primer cuento se tituló La niña y la oveja, una original historia en la que el príncipe era una oveja encantada. (Si podía un batracio, ¿por qué no un bóvido?). Sí, lo han adivinado. La niña y el príncipe/oveja fueron felices. Cuántos recuerdos. Cómo apartaba las hojas del pupitre y decía, se me está ocurriendo un cuento. Era una forma de hacerme la interesante: no era buena en gimnasia, las manualidades eran motivo de tortura (¿cómo demonios las otras niñas podían hacer esas figuras con tantos lados, vértices, planos, caras... en cartulina? ¿Cómo hacían para que no se notasen las líneas de lápiz, para que no se despegasen y quedasen firmemente unidas las junturas? Sigue siendo un misterio digno de la mejor novela negra), las matemáticas no me gustaban y la lengua sólo si servía para hilvanar conversaciones...
En aquellos primeros cuentos siempre había alguien encantado (una oveja, un vendedor de alfombras); luego, el misterio se coló en mi vida y las protagonistas estaban ocupadas en recorrer pasadizos de una casa a otra, en pleno bosque inglés. 
A lo que vamos. Las ovejas. Este fin de semana he leído Las ovejas de Glennkill de Leonie Swann; una suerte de novela negra con humor, mucho. Y ternura. Está Othelo, el carnero atractivo y misterioso (negro como la noche y con muchos cuernos); está Mrs. Maple, la oveja más lista de Glennkill; está Zora, que no teme al precipio; Mople, el carnero de carne al que se le va la vida pensando en comer y comiendo. Y el manso y su misterioso gemelo. Y un cordero de invierno que se empeña en vivir, mira qué es molesto. Y Cloud. Y más. Las ovejas son un poco tontorronas, pero de pronto van y dicen: Tener cosas es escandaloso. No se puede tener nada que no esté vivo, si está vivo, sí. Porque lo tienes y él a ti. Se puede tener amor, ovejas. Pero, ¿una cosa? Es indignante. Es humano. Vaya con las ovejas. Si pueden ser príncipes y princesas... también inteligentes.
Ah, la historia va de un pastor que aparece muerto. Pero ahí me quedo. Se pueden imaginar qué detectives lanudas triscan por el prado. Las mismas. Las que solucionan el caso. Si leen este libro, nunca volverán a mirar a las ovejas igual. A mí me pasó con 8 años, claro que yo escribí un cuento... 
Si no les convenzo yo, seguro que lo hace Rosa Montero: ¿Por qué no se me ocurrió escribir sobre ovejas?

Comentarios

Xibe ha dicho que…
Suena muy, muy bien. Voy a ver si lo consigo.
(Mi primer cuento era sobre un equipo de baloncesto que naufragaba en una isla y se tenía que organizar a lo Robinson Crusoe. De hecho, la historia se parecía mucho a Robinson Crusoe, pero más rápida)

Un abrazo, Mª Antonia
María Antonia Moreno ha dicho que…
Qué bueno Xibeliuss :) son las primeras referencias que teníamos, ¿cierto? ¿Conservas ese cuento? (Yo, sí..)

Otro abrazo para ti