De esto no había escrito...

Hay veces que no sé si he escrito sobre un tema, una persona, un libro, un color, incluso, un aroma. Pero de esto no he escrito, estoy segura. Hasta ahora me he resistido. Los terribles anuncios de higiene femenina. Incluso la denominación es ridícula. Esos anuncios en los que salen muchachas pizpiretas, delgadas, sin un gramo de celulitis, los ojos brillantes, el paradigma de la juventud: la fecundidad en estado puro. 
Recuerdo uno en el que una rubia oxigenada flotaba en el cielo de las compresas blancas, las sábanas impolutas, las nubes algodonosas. Y, ¿qué me dicen de esos en los que el partenaire de turno (por supuesto, un joven delgado, con aire de inteligente y de moderno) acudía al supermercado a hacer la compra (compresas y tampones incluidos) y no se olvidaba del chocolate, porque esos días ella estaba sensible? ¿Y el de esa jovencita que recibe a la menstruación (una señora vestida de rojo, algo cursi y redicha, nada más apropiado) angustiada, con cara de circunstancias? Menos mal que el producto en cuestión lo soluciona (¿el qué?).
Luego está el de la chavala en la moto. Agarrada a la cintura de su novio, allá que iba, cabalgando las calles de la ciudad. De pronto, no se sabe por qué presentimiento/síntoma/presagio (¿molestia?) la muchacha en cuestión se mira entre las piernas (¿acaso brota algo?) y dice, huy, ya está aquí y no me la esperaba (no hay más comentarios). 
Reconozco que debe ser difícil hacer anuncios de este tema (impagables los de la otra rubia, dos de cada tres mujeres no usan tampones, son molestos, no se colocan bien). Pero. ¿Es que no hay publicistas capaces de hacer algo digno, algo que no sea ridículo? No sé, debe ser muy, pero que muy difícil. 
Abandonamos el tema de los anuncios que no el de la higiene. Femenina. El colmo de los colmos lo he encontrado el otro día. Me explico. Una se espera recetas de magdalenas, tartas de manzana, bizcochos esponjosos o masa para rebozar en un paquete de levadura. Es lo lógico, lo natural. Además, es útil. Oye, que te anima. Fíjate, la receta de las magdalenas de chocolate. Cosas así. Una, por ende, se espera encontrar algunos consejos útiles (si es que el producto/o la marca lo considera) en un paquete de compresas o de tampones. Pues no. Los mensajes que han impreso en el papel desechable son de este jaez: 
¿Sabías que un 89 % de las mujeres se encuentra menos atractiva cuando tiene la regla? ¿Sabías que un 52 % de las mujeres tiene propensión a enfadarse y a estar de malhumor los días previos a la menstruación? ¿Sabías que el 92 % de las mujeres demandan más cariño durante los días de la regla? ¿Sabías que el 78 % de las mujeres embarazadas se dan crema diariamente en la tripa? 

Tal cual. Una se pregunta: ¿y qué? ¿Qué esperan conseguir con eso? ¿Que te sientas mejor, porque no eres la única que se ve horrorosa? ¿Que te den ganas de llorar porque quieres una taza de chocolate y no hay nadie que te la haga? ¿O es que pretenden que vayamos dejando esos papelitos blancos, translúcidos, por toda la casa, como si fuesen botellas de náufrago, para que alguien las encuentre? Termino con algo que no tiene nada que ver con lo anterior, o sí. Es un anuncio publicitario que a mí me parece maravilloso. Cierto que lo que se promociona aquí está muy lejos de lo que planteo en el post (compresas y tampones, basta ya de subterfugios). Pero qué quieren. Si la publicidad es capaz de hacer esto… ¿por qué no hacer, para todos los productos, anuncios dignos?


 

Comentarios

Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Completamente de acuerdo contigo, maria antonia. En cuanto al anuncio de Oreo es, sencillamente delicioso. No sé como esa niña ha conseguido hacerlo tan bien. Y, en conjunto, es delicado y entrañable. Me sumo a tus palabras: ¿no habrá forma de que otros productos los traten así? Besazos, guapa.
María Antonia Moreno ha dicho que…
La niña me tiene fascinada, Isabel. Precisamente, el otro día leí un artículo de Maruja Torres en el que hablaba de cómo parece que todos estos productos (higiénicos, para paliar los estragos del tiempo, etcétera) parecían sólo necesitarlos las mujeres. De los hombres, ni rastro... Y luego, qué ridiculez... Besos