Sin explicación aparente, IV

Elvira se gana el día vendiendo verduras en el mercado, pero hoy es fiesta y no tiene que ir a trabajar. A lo largo de unas horas en la vida de Elvira, vamos a conocer algunas de las historias que la rodean (pasadas, presentes, quién sabe, si futuras). Son, en apariencia, inexplicables. Para ella, o para el lector. Si quieres saber más de esta mujer de cabello largo, blanco, que recuerda con aromas, gustos, sabores, texturas... sigue leyendo. 


Otras entregas:
Sin explicación aparente I, II, III.

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Pero ya va siendo hora de darse un baño (en días como hoy, Elvira gusta de darse un lujo), vestirse y peinarse como si tuviese un compromiso a la hora del aperitivo; martini rojo y rodaja de limón. Elvira no saldrá; está cansada, le duele la espalda, un molesto rumor se ha instalado en sus sienes. Confusa y alterada como se levantó, los recuerdos alborotan a su alrededor, molestos estorninos negros.
Llena la bañera de agua caliente, mucho, como si el calor pudiese tapar el olor de acelga marchita que se le quedó en los adentros. Añade un buen chorro de gel, ese que se llama Magno y que huele a algo oscuro; a bar de hotel americano de los años cincuenta. Un hotel que acaba de abrir y tiene ante sí la noche entera, extendida, aguardando al pianista misterioso; como el olor de la madera del pasamanos, de la tapa del piano negro. Se recoge el pelo en un moño improvisado, frente al espejo del armarito colgado sobre el lavabo. Fue hace tiempo, años ya, pero se le viene la imagen como si estuviera ocurriendo. Unas letras que él escribió. Un corazón tonto, equivocado. Te echaré de menos, se leía, dentro del órgano dibujado en el espejo. Ella lo leyó por la mañana, aquella mañana de hace once años, cuando él ya se había ido, y todo parecía un sueño tonto, como eso de dibujar cosas en el cuarto de baño de una mujer a la que acabas de conocer. En fin. Nunca supo si la mentira, Te echaré de menos, esa mentira absurda (pues a quién iba a engañar un hombre al que acabas de conocer) era, además, una mentira repetitiva. Esto es. ¿Cuántas mujeres habían descubierto, antes de ella y después, esas mismas palabras escritas en el interior de un corazón tonto, a la mañana siguiente de haber pasado la noche (la primera y la última) con él? Qué importa, Elvira. A veces te enrocas en cosas tontas, como el dichoso tonto corazón. 
Flores doradas, de enredadera


Sobre la bañera, flores secas tras un cristal. Eran de color dorado.  Las secó, entre las páginas de un libro y las dispuso sobre dos cristales. Fueron doradas, pero ahora el tono se les diluyó, como en una colada mixta con colores inestables. Lo que una es capaz de pensar cuando está sola, y algo volada, Elvira.

Cómo le gusta el olor del gel. Lleva usándolo tanto tiempo. Un hotel americano. Frank Sinatra, que quizás canta New York, New York. O un saxofonista, caído en desgracia que recorre las calles de Manhattan, solo, abandonado, borracho de pena de amor. Aquella historia de Nueva York y el padre ausente marcaron su infancia. América, un gran barco con chimeneas y banderas blancas, la estatua de la Libertad y los emigrantes dando grandes voces, con las gorras en la mano (siempre lo imaginó así, quizás por las películas). Manhattan y los rascacielos, tan altos, tan desmesurados; los limpiacristales en sus cabinas como cohetes propulsados a Marte; los músicos; los cafés. Todo estaba demasiado lejos y demasiado cerca para su imaginación infantil. Las postales atracaban en casa, puntuales, cada quince días. Escritas en letras mayúsculas, eran retahílas deslavazadas de sentimientos inocuos: Un abrazo para todos, Cuídaos mucho; Trabajo en las grandes obras de la ciudad; Pronto vuelvo, en verano, en Navidad, el año que viene, o al otro. 



Lejano, en una ciudad desmesurada, haciendo grandes cosas. Elvira cierra los ojos y se le viene encima la verdad.

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La foto de la enredadera es mía. La foto panorámica de NY la encontré en Internet y la enlazo al sitio de su autor.
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Comentarios

Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Venírsele encima la verdad... Qué expresión más bella: una verdad que apabulla, que ahoga, que, incapaz de mantenerse sobre los pilares falsos que la disimulaban, cae con toda su rudeza y su dureza sobre Elvira indefensa en la bañera. ¿Es así como se hunde el mundo? Un abrazo, querida amiga.
María Antonia Moreno ha dicho que…
Cómo cuentas la imagen, cómo la completas con tus palabras, Isabel. Cómo me siento de agradecida por contar con una lectora de tu sensibilidad. La sensibilidad de escritora. Otro abrazo para ti, querida