Sin explicación aparente, 2

La historia viene de aquí


No puede olvidar, Elvira, sus otros momentos. Esos que todos escondemos, por si la fortuna o algún dios menor o mayor lograsen el milagro. Y desapareciesen. Ahí están, todos. Dispuestos en la caja, unos con más polvo que otros.

El café de la mañana la reanimará, está convencida. Así que se levanta, con la mano derecha sujetándose el pecho, por si se le escapa el corazón y alguna pena inoportuna. No fregó ayer, se sintió cansada de pronto. Así que, con lentitud, lo hace ahora. Sacude los posos en la pileta, que se van por el desagüe, raudos, dejando un rastro negro, pegajoso, feo. 
Uno de los olores que más le gustan es el del café que conserva en un tarro marrón, uno de esos que publicitan el brebaje mágico de la tierra del otro lado del océano. Así que, sin prisas, se entretiene y huele. Puede ser una maldita maldición.
Quizás. 
De jovenzuela vivió en un edificio de cemento y ladrillo rojo, de escaleras empinadas y estrechas, columna vertebral angosta de la caja de cerillas que se levantaba, maltrecha, junto a la estación. 
En aquellos tiempos (debía de tener quince o dieciséis) descubrió los olores. Sí. Los olores asociados a las personas, a las cosas, a las emociones y, claro, a los recuerdos. Había cuatro plantas, y dos pisos en cada una. Cuando bajaba apresurada, a buscar el pan o tras el hombre que vendía las bombonas de gas (nunca le gustó el apelativo. Butanero.); Elvira recibía un muestrario fugaz de aromas. 
En el piso de enfrente al suyo, habitaba siempre el aroma a col hervida. Era un olor húmedo, fuerte y desesperanzador. De calcetines remendados y puestos a secar delante de la estufa. De sostenes y bragas grandes, de abuela. Del soniquete de la radio y la telenovela, y los consejos de Elena Francis (siempre le parecieron interesados y gazmoños. Irreales.). De manzanilla con anís.


En la planta tercera los olores se entremezclaban, juguetones. Azúcar y orín. Pintura fresca. Aceite friendo rosquillas, o huevos fritos. Agua y jabón. Colonia y espuma de afeitar. Niños y risa. 


De un par de saltos, llegaba al misterio de la segunda planta. Era un aroma misterioso el que reinaba allá. Años después, Elvira supo que era la madreselva. Vainilla y canela, té verde. Hierba mojada por una regadera de metal, azul. Y perfume caro, carmín y medias de costura. 


¿Imaginas? ¿A qué olerá aquí?
En la primera, antesala de la calle, los olores de los coches (gasolina, anhídrido carbónico y plátano. Sí, plátano. El plástico del interior de los automóviles siempre le recordó un plátano pasado.) disfrazaba el de las alubias con chorizo, el del café con leche, el de las torrijas con leche. Pero, tras una de las puertas, se filtraba un olor inconfundible. Nada podía con él. Ni los tubos de escape, ni los bebés del tercero, ni siquiera la verdura hervida de la última planta. Acre, afilado. Miedo. 


Meses después, la policía se llevó detenido al hombre de la primera planta. Los vecinos dijeron no saber nada, era un matrimonio discreto, que no daba escándalos, precisó la anciana que desayunaba achicoria y comía coliflor con vinagre. Pero Elvira supo. Y se preguntó cuántos de sus vecinos sabrían, también. Pues el miedo es el único olor que no puede ocultarse. 


Enciende el fuego, y pone la cafetera encima. Escucha. El tráfico se oye, a lo lejos, como una bestia primitiva, desperezándose. 




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La foto es de un lugar de Mérida, y es mía. 
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Comentarios

Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Interesantísima y muy aguda esa descripción de los vecinos a través de los olores. Creo que el olfato es uno de los sentidos que más capacidad evocadora tiene. Y más incierta, extraña. ¿No te ocurrido nunca el sentir de pronto un olor y decir "huele a verano" sin poder explicar cómo ni por qué ni de que olor concreto se trata? Me gusta el gusto de Elvira por el café. Un relato excelente de cuya continuación estaré pendiente. Besos.
María Antonia Moreno ha dicho que…
Es que menuda importancia que tienen los olores, verdad Isabel? Sí, sí que me ha pasado. Creo que nos pasa a muchos, eso de presentir el verano en el aire. Gracias, querida.

Un beso
Anónimo ha dicho que…
Los olores y la música. ¡Cuanto me atrae el fado! Una gozada de canción. Recuerdos
Rafa
María Antonia Moreno ha dicho que…
:)El fado a mí, también me atrae fatal(o maravillosa)/mente... Recuerdos, amigo.