Elsa, del pintor Buitrago. De la muestra Variaciones sobre un paisaje. |
Si no te conociese.
Si no hubiésemos paseado nunca bajo esos árboles con nombre de caramelo.
Si no nos hubiéramos tropezado en el anhelo de un abrazo, de una caricia, de un beso.
Pero.
En el cuadro emprendes una aventura, delgada, morena, grácil. Aún niña. Yo te conocí por entonces. Escondido entre los helechos húmedos, con mi tebeo y mi arco de madera. Era tímido. Aún lo soy. Lo sabes. Decías saberlo. Pasabas veloz, en tu bicicleta de niña (¿recuerdas cómo te enojaste? No es de niña, listo. Es de exploradora.)
Y los días. Más veloces aún. Luego, algo ocurrió entre nosotros. Denso, suave y erizado, misterioso como ese camino que se prolonga tras la curva. Difícil ponerle nombre. Complicado. Peligroso. No hay que nombrar a los animales, a las plantas, a los sentimientos. Corres el riesgo de que sean efímeros, de que mueran, de que duela más. Sin embargo, quisimos hacer averiguaciones sobre ese dolor en la tripa, ese cosquilleo en la nuca, la desazón de no vernos y la alegría chispeante al reconocernos, cada uno en un extremo de ese sendero, bajo los eucaliptos. Te quise. Tú decías quererme mientras me dabas el regalo de tu sonrisa, la de los dieciséis. Y después, todo lo demás.
Eras tan hermosa. Eres tan hermosa y tan valiente. Has conservado el valor de esa niña que pedalea, exploradora intrépida, en pos de algo maravilloso. Casi me parece lógico que ya no me quieras.
Preferiría ser la sombra de tu bicicleta de niña en esa tela pintada con amor y suavidades. Cambiaría tu desdén por convertirme en el manillar que asías entonces, con fuerza, para sujetarte y alzarte sobre las dificultades.
Si no te hubiera conocido, si nunca hubieses mirado dentro de mí. Pero. Estuvimos juntos. Dejaste que te acompañase algunos trechos; ya no precisas de mi compañía. Lo entiendo. No quiero lastimarte con la imposición de mi amor. El amor no ha de ser obligación, sino deseo inevitable. Elsa. Hasta siempre.
Comentarios
Hay tiempo, hay tiempo. Yo tenía que escribirla, antes de que se esfumara. Ya sabes, también ocurre.
Maravilloso texto, describes como nadie ese primer amor. Estoy de acuerdo, a los sentimientos no hay que ponerles nombres. Un besazo.
Me alegro si te gusta!
Un besote, Mar