Como la vida misma

Cuando se me acaban las razones para apreciar a Manolo García, descubro una más. 

De su web oficial: http://www.manolo-garcia.com/

Manolo está recién operado de apendicitis, dolorido, débil. Se le ve cansado, se le ve viajado y hasta mayor, porque lo es y tiene el sentido común de serlo y parecerlo. También se le ve niño, con esos dos dedos levantados en señal de victoria, porque su espíritu inquieto, curioso, casi infantil ( y al mismo tiempo sereno y maduro), está aún en la etapa de la infancia, en esa en la que todo está por descubrir y nos morimos de ganas de correr, alocados, cuesta abajo.
Se le ve mayor en las ojeras y en la mirada triste y reflexiva. Y se le adivina joven, en la sonrisa apenas esbozada y en los jaleos de músico jaranero y alegre.
No he podido por menos. Una está acostumbrada a las portadas de colorines en las que salen las recién paridas como si fuesen modelos de Christian Dior. Con la pedicura y la manicura hechas, la melena flotando en un halo encantador, sin raíces blancas, perfectamente vestidas y maquilladas. Y, entonces, él.
Un músico que posa en bata de hospital, con el suero y los artilugios apropiados. Cansado, dolorido. Pero con ánimos. Como la vida misma. Un hombre que tiene la delicadeza de pensar en todos los que han comprado entradas para sus conciertos. Y, por ellos, se hace la foto. Natural, sin artificios. Y una no puede dejar de comparar lo uno con lo otro. Tanto artificio, tanta hipocresía, tanta cosa inútil. Tan poca delicadeza. 
Qué gusto será ver sus evoluciones (arrítmicas y únicas) en el escenario. Qué gusto. 

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