Para qué sirve esperar

John James Audubon. Imagen tomada de  http://arte-historia.com/audubon-cuadros-de-aves   
Estos días (ya hace tiempo, en realidad) medito sobre las prisas, las tecnologías, el futuro, el aquí y el ahora. El gusto por lo instantáneo, la necesidad de la conectividad permanente. Y qué quieren. Una, que lee el periódico y se encuentra con que la llamada ciberdiva, la psicóloga y socióloga Sherry Turkle que otrora preconizó las bondades de vivir permanentemente en conexión, entrando y saliendo de la virtualidad, ahora va y dice: "Apaguen sus teléfonos y empiecen a vivir". Y se lo dice, por ejemplo, al dueño de Twitter, entre otros. Ahí es nada. Y la aplauden. Tanto o más que en los 90, y una que no puede dejar de preguntarse si es porque se apellida Turkle y no López. Pero no hay que ser tan atravesados. Pongamos que tiene sus razones: quizás en los 90 no sabía. Es difícil imaginar el futuro a 30 años vista. A lo que voy, que me enredo. Que no es bueno estar permanentemente tuiteando, guashapeando (o como demonios se escriba/se diga), feisbukeando o similar. La soledad es buena. Necesitamos un tiempo de reflexión, un tiempo para conocernos. Necesitamos mirarnos a los ojos. Necesitamos tocar, que nos toquen. Adivinar la sonrisa y presentir el llanto, no a través de emoticones, no. A través de ese lenguaje tan difícil de dominar, tan hermoso: el corporal. 
Una ya lo venía sospechando. En algún momento hemos de parar. No podemos continuar con esta carrera tecnológica/consumista/materialista delirante. El último móvil, el último PC, la versión última de la tableta digital. Lo último de lo último. Y, cada vez, más electrodomésticos que se rompen antes, baterías que se estropean, impresoras que dicen basta y a comprar más. Más y más. ¿Y toda la basura tecnológica? Ya lo comenta Rosa Montero, a propósito de un laureado documental: Somos basura.
Y luego, la australiana, Kate Morton, la escritora joven, guapa, enamorada de su marido, madre feliz (da un poco de asco, la verdad. Seguro que no es tan perfecta. Aquí pondría un emoticón de guiño, pero mejor se lo imaginan en plan lenguaje corporal y tal). ¿Pues no dice que su sueño es un huerto sin fin que mire al mar? Ahí lo tienen. Músicos jovenzuelos que vuelven al vinilo, el vintage que vuelve con más fuerza que nunca, vestidos de ganchillo, bikinis de patchwork, quedadas de amas de casa para hacer alfombras o magdalenas mientras hablan del mundo, de la vida, del niño o la niña. Necesitamos encontrarnos, volver a lo auténtico. Eso parece. 
Esperando en una típica sala (donde se va a esperar. Esto es, dentista o similar) encuentro un ejemplar atrasado de XLSemanal que, en su momento, no pude leer. Y descubro a Audubon y a sus pinturas de animales. Su vida (de folletín): hijo bastardo de capitán de navío y su amante... y me digo, por esto. Por esto merece la pena esperar, estar tranquila, no mirar obsesivamente el móvil, ni echar en falta mi Twitter, ni mi blog... Desconectarnos de vez en cuando, para volver a disfrutar, también, de la conectividad. No va a pasar nada porque un día decida no actualizar su Facebook. En serio, lo digo sin emoticón. 

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