La juventud como territorio

La juventud es un lugar hermoso para ir de visita. No es seguro que podamos quedarnos en él. Nada seguro. Se habita por unos pocos años en los que no se es consciente. Y, luego, ya no estás ahí. Te ha abandonado, o la has dejado tú, qué importa. Al igual que en los amores, el resultado es el mismo, no tiene importancia ni hay necesidad de empeñarse en señalar a un culpable.
Rodearse de jóvenes es refrescante. Ves sus ojos, su forma de caminar. Los descubrimientos. El dolor. La ilusión. Todo parece nuevo, por estrenar. Los sentimientos limpios de la mezquindad de los días. Es hermoso. Sabes que es difícil quedarse ahí. Que es imposible. Pero, una tarde, vas de excursión y te gusta. Vuelves más joven, o recuerdas cómo eras cuando eras joven. O crees recordar. 
Luego, hay que volver. No puedes quedarte. 

Para ilustrar este post, 18 años de Luz Casal. Una mujer que tiene una aventura con un chaval de 18. La mujer le dobla la edad, y por unas horas, lo olvida. Cree que podrá quedarse. El peaje a pagar es doloroso. Pues, por unos momentos, olvidó. Creyó poder quedarse en la juventud. Y no.

Comentarios

Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Sólo se queda en la juventud aquel/lla a quien se lleva la parca antes de madurar. Así que mejor que pase, que la añoremos, la creamos recobrar durante un tiempo, la aceptemos como parte de un pasado ya irrecuperable. ¡Es tan bella! Y nosotras, ¡somos tan tontas...! Besazos.
María Antonia Moreno ha dicho que…
Toda la razón, querida Isabel. Mejor, pasemos por todas las edades posibles!!!

No he encontrado aún momento para leer con cierta tranquilidad el nuevo capítulo de la Fundación de Roma. Pero en cuanto pueda, allá voy!!! ¿Habrá esperanza?

Un beso