Prejuicios

Me da por pensar y escribir sobre los prejuicios. Estos días estoy leyendo sobre Human Library Organization, o lo que es lo mismo, la Biblioteca Humana. El lema es: ¡Fuera prejuicios! ( o algo así. El inglés no es mi fuerte) y la acción consiste, básicamente, en unir a varias personas (lectores y libros, humanos ambos) en una conversación face to face. Lo bueno del caso es que estas gentes, normalmente no hablarían (entre sí, of course) a menos que estuviesen en una isla desierta. ¿Por? Prejuicios. Así, vemos a una señora honorable hablar con un no menos honorable señor, tachonado de piercings y decorado de tatuajes. O a una mujer que consiguió serlo tras una vida entera de hombre, a un ex presidiario, a un musulmán... conversando con personas que quieren/necesitan/desean/ saber. Cómo se sienten, cómo fue su experiencia. Que anhelan entender, para librarse de sus prejuicios.
El movimiento lleva en marcha más de una década; se pueden organizar eventos de Biblioteca Humana en festivales, colegios, institutos, universidad.... y bibliotecas públicas. En España, tenemos una experiencia en la Biblioteca de Lorca.
El alma de la Biblioteca Humana consiste en prestar a personas (libros) a otras personas (lectores) durante un tiempo dado, para que conversen, se conozcan mejor ... persiguiendo la anhelada cohesión social.

Todo esto me ha hecho recapacitar y pensar en cuáles serían mis prejuicios. Uno siempre es reacio a reconocerlos: le gustaría ser abierto de mente, progresista, avanzado, de mirada limpia y de conciencia y alma resplandecientes. Pero somos humanos, y haberlos, haylos.
Se me antoja que en la Biblioteca Humana, el papel de mediador (profesor, bibliotecario... coordinador de la actividad) es esencial. Ha de tener la mano izquierda necesaria para saber recomendar libros a lectores, sin que éstos se sientan atacados (tipo, ¿yo? ¿qué te hace pensar que soy homófobo?).

Pero, a lo que iba. Hay prejuicios inconfesables y otros, que rayan en la tontuna. Últimamente me ha dado por pensar si yo no tendré el prejuicio (llamemóslo así) de la rubia tonta. O quizás, de la mujer espectacular (porque, en este caso, el color de la melena no tiene nada que ver). Básicamente, el prejuicio consiste en conocer/ver/ a una mujer guapísima, despampanante, y decir: seguro que las células no le han llegado al cerebro. Es imposible. Así que no debe de tener luces.
Luego, si resulta que la fémina es inteligente, o al menos lista, decir: ya, pero es una pija.
Y si encima tiene la desfachatez de no serlo (hay que ver, mira que me lo pone difícil) decir: Es guapísima, pero es muy maja, muy simpática. Y atención al pero. Debería ir en negrita, subrayado y en mayúsculas para reflejar el prejuicio en su plenitud. A uno le da por pensar si no será más bien envidia.

Y reflexionando en estas y otras cosas, (todas relacionadas) recuerdo a Marilyn. Marilyn, la rubia tonta, la muñequita de Hollywood, la que ponía la boquita de fresa y las curvas de vértigo; la de las poses insinuantes, la de los romances presidenciales, la de los escándalos... la amada por los maridos y odiada (inevitable) por sus mujeres.



No sé dónde fue que leí que la Monroe era superdotada, con un coeficiente intelectual bastante superior a la media. Quizás por eso era frágil, neurótica, inestable. Una mujer con una belleza incontestable que no encontraba asidero. Una mujer para jugar, pero no para ser tomada en serio. La rubia que bailaba en Corea y cantaba en el cumple del presi (o hacía como, mientras exhibía su cuerpo perfecto a media luz).

Fuera como fuese, fue una mujer que tenía derecho a ser amada. Aunque no fuese la mejor, ni la más lista, ni la más bella. Tengo aquí un libro: Marilyn Monroe, fragmentos (poemas, notas...) prologado por Tabucchi. Espero conocerla un poco más. De nuevo, la Biblioteca humana. Un libro que  habla de una persona y una lectora conociendo a una mujer excesiva (de excesiva hermosura, de excesiva mala suerte), dispuesta a librarse del prejuicio.

1950
Porque... nadie es perfecto.

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