Fernando Aramburu

Ya he contado por aquí, en varias ocasiones (y me figuro que lo haré de nuevo algunas más, si el tiempo y la vida me son propicios) lo que significa para mí la literatura, específicamente la novela, y más aún la novela negra, de la que me confieso una fan irredenta. Pero, de vez en cuando, entre cuchilladas, estrangulamientos y torturas varias y variadas, me meto entre el alma y el corazón historias en las que nadie muere (asesinado). No deja de ser terapeútico. No deja de ser una medicina preventiva, como otra cualquiera. Demasiados muertos, demasiada violencia. Nunca hizo mal a nadie dejarse llevar por las inconsistencias de la vida, las futilidades, las pequeñas mezquindades, traiciones o querencias cotidianas. Pues ahí, también, hay misterio.
Así es como llegó a mis manos este Viaje con Clara por Alemania. Entre las novelas En piel ajena y Un hermoso lugar para morir. Buscando el sosiego de la vida. El que viaja con Clara es un hombre del que no sabemos ni su nombre, sólo el apodo que le ha puesto su mujer (de manera cariñosa, con retranca, o con inquina). Ratón. Ratoncito. Este hombre, español para más señas, se ha quedado a vivir con Clara en Alemania. Se dedica al jardín, a los deportes (los de la tele) y a estar disponible para las tareas que su señora escritora (una profesora de instituto que vive en un sin vivir por quitarse de la enseñanza y dedicarse a escribir, mientras, paradójicamente, planea excursiones con sus colegiales) tenga a bien encargarle. Completa la familia un perro, Goethe, y una parentela diseminada aquí y allá, en España y en Alemania. El caso es que a Clara le encarga su editorial una guía de viajes literaria por el país germano. Y allá que, previo año sabático, se lanza, con su Ratón de chófer, consejero, amigo, compañero, chico de los recados, marido, y amante ocasional. Lo que leemos, no es el libro de Clara, claro. Es el libro de él, de Ratón. Una crónica sincera, sobre el viaje, sobre él mismo, su mujer, la familia propia y política ... la literatura, el lector, los lugares y el proceso creativo. Aderezado todo con una sonrisa y el placer de encontrar lo que el protagonista denomina momentos blam. Una delicia.
De Fernando Aramburu he leído poco, algo que estoy dispuesta a remediar pero ya. En la mesilla me espera El trompetista del Utopía (novela en la que se basó la película Bajo las estrellas).

Pero, aunque me quedan  títulos por delante (por suerte. Porque ... qué bien soñar con las páginas que me aguardan), me he reído ya con su Vida de un piojo llamado Matías (qué picores) y me he estremecido con su libro de relatos Los peces de la amargura. Dos títulos que no tienen nada que ver el úno con el otro. Humor, humor y humor. Realidad amarga. Los relatos que componen Los peces caen sobre el lector ininterrumpidamente, como agua fría en el invierno más helador. Magnífico. 
Ahora, a seguir leyendo a Aramburu, autor que desde esta modesta esquina recomiendo. La última novela de la que tengo noticias es Años lentos, Premio Tusquets de novela.

Comentarios

Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Tengo en casa la del viaje con Clara, pero debajo de una pila enorme de libros por leer. A mí me ocurre que me paso la vida leyendo "romano", ensayos sobre el tema, etc. A ver si termino esta etapa y me voy de viaje con Ratón. (a Rafa le encantó). Besos.
María Antonia Moreno ha dicho que…
Ahí lo tienes... ya lo leerás. Ahora, Roma y Roma. :-) Me gusta saber que a Rafa le gustó. Besos amiga
Mar Horno ha dicho que…
Lo apuntaré, aunque leyendo veinte minutos al día, no sé cuando le tocará. Me ha encantado tu encantada crítica. Yo estoy terminando el que Isabel nos recomendó "Delicioso suicidio en grupo". Un beso, para las dos.
María Antonia Moreno ha dicho que…
Mar! Bueno, eso de ser mamá por partida doble... es lo que tiene! Ánimo que todo llegará.


Un beso!