Unas cosas y otras, III

Unas cosas y otras, I. Unas cosas y otras, II.

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Así las cosas, salen del establecimiento gringo y poético a la intemperie. Así se siente ella, fuera de la trinchera, a descubierto. Duele. Vaya, piensa Marta. Ya estamos con las metáforas castrenses.
A Marta le gusta leer y le gusta escribir. Cuánto de esto será sentimiento y cuánto literatura. No tengo remedio, siempre novelando. 
Hace frío. Es diciembre y hace frío. Van los dos callados, enlazada ella del brazo de él, qué bien se está así, sin decirnos nada. Todo el día por delante para estar juntos, no hubiese tenido la oportunidad de una despedida mejor ni aunque la hubiese encargado a propósito. Da un poco de miedo. Porque ahora van muy juntos y ella le siente y se siente impune. Y ese es un riesgo que no sé si estoy preparada para correr.

Vaivén de emociones
En la Plaza Mayor está el tiovivo de todos los años, y las emociones suben y bajan, mientras Marta toma fotos del carrusel. Juan compra una bolsa enorme de patatas fritas y le ofrece, mientras le retira la bufanda, Así podrás comer, mujer, ¡que vas pertrechada como para ir al Polo Norte! ¡Mira, mira qué bufanda más rosa!
Revuelven y revuelven...
Ríen, revuelven en los tenderetes navideños; se asombran de los personajes que pululan alrededor, gentes sin cabeza, pitufos locos, piratas, mimos pintados de blanco o escondidos en papeleras. Uno de ellos sale de improvisto y asusta a Marta, que se abraza a Juan. Sin pensar. Él ríe a carcajadas mientras le retira el pelo del rostro.

¿Qué hace aquí Jack Sparrow?
Tienes los ojos verdes, constata, con una pizca de asombro. No me había fijado en que los tenías tan verdes, reitera.
Ella calla, ofendida. Sabe que él los tiene castaños pero que, en determinadas ocasiones, se le aclaran o se le oscurecen. Ella sí se fijó. Él, ya lo sabe, no. Pero no puedo reprocharle nada. Somos compañeros.  
Normal, siempre estás mirando a la pantalla del ordenata y gritando, ¡Marta, traéme esto!, ¡Marta, tráeme lo otro! ¡Marta, que no encuentro el último proyecto! ¡Marta!
¡Serás gruñona! ¡Pues anda que tú...! 
Gastan la mañana en estas y otras conversaciones tontas. Miradas en la misma dirección. Sonrisas espontáneas. Él, que la ayuda a subir unas escaleras; ella, que le saca la lengua; él, que le alborota el pelo. Cosas tontas.



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Fotografías de María Antonia Moreno, Madrid, diciembre de 2011...

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