Ícaro o la juventud

Paisaje con la caída de Ícaro Pieter Brueghel el Viejo, 1554-55
Qué mejor que el mito de Ícaro para simbolizar la osadía de la juventud. Atrevimiento peligroso, es cierto, pues el pobre Ícaro cae desde las alturas por no calibrar lo suficiente la fuerza de los rayos del sol. No hizo caso de su viejo padre, Dédalo, ni de sus advertencias sabias. Debía probarlo él, y desdeñando el peligro y disfrutando del vuelo, movió sus alas y subió y subió.
El lienzo de Brueghel es cruel con Ícaro. No queda nada del apuesto y fuerte muchacho que voló tan cerca del sol, apenas unas piernas que chapotean... algo ridículas. Los demás siguen con su vida, sus quehaceres, el ganado, el sembrado, los peces. Miran hacia otro lado. No hay compasión para Ícaro, no hay segunda oportunidad. Y, sin embargo.
Sin embargo qué sería de la juventud si no se atreviese y no desoyese la voz de los mayores. Cierto es que se ahorraría más de un batacazo, más de una decepción, más de una herida. Cuántas veces. Pero. ¿Y su derecho a equivocarse?
 
Modernos Ícaros intentan volar al otro lado del puente...
 Fotografía de Mª. Antonia Moreno, Salamanca

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