Mansa

No hay nada como la lluvia, cuando cae mansa. Moja las piedras, las palomas se guarecen y las personas se pertrechan bajo paraguas e impermeables. A los niños les gusta saltar en los charcos, cuando llueve. Romper el espejo que refleja un trozo de luna. No hay nada como la mansedumbre del agua que cae y moja el corazón. Un llanto de ángeles (si es que creyésemos en ellos). Un llanto de compasión. La compasión es, también, dulce y mansa. Dulce e hiriente con el orgullo del que no sabe aceptar. Que la necesita. 
El escaparate de la confitería está primorosamente ordenado, panes redondos, empanadas doradas, pasteles de crema, confites. Una niña aplasta su nariz ante el cristal, como una gominola de fresa. Llueve. No hay nada más definitivo que la pena, cuando es  dulce y mansa.

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